El tercer factor.
El
tercer factor.
El cuento -sustentado
en hechos históricos acaecidos en 1979- devela cómo y cuándo la más reciente guerra
en El Salvador pasó, fundamentalmente de guerra de guerrilla urbana a guerra
civil, con tácticas de guerra de movimiento y el grueso de las tropas precariamente
asentadas en campamentos móviles al cobijo de las pobladas áreas rurales
salvadoreñas.
El tercer factor
Luisfelipe
Minhero
Junio 21, 1994.
X |
imena en estado de
total meditabuncia, se interrogaba del propósito real del viaje a Guatemala. No
se explicaba ni entendía la prisa por llegar a la ciudad capital del vecino
país y en estampida salir de regreso de inmediato. No comprendía la urgencia de
la noche anterior, cuando él, le preguntó si tenía en regla los papeles del
carro modelo de lujo de cara marca europea.
-¿Por qué y para qué?
-Pues porque mañana necesito que de boladita me saqués -en él- del país(ito) nuestro y tan ajeno.
-Bien sabés que yo siempre tengo todo en regla y listo para cualquier mejenga.
-Entonces salimos para Guate a eso de las 05:59 de la mañana, así llegamos a la frontera más o menos a las 07:01. No te aflijás por el desayuno que lo haremos con todo bien servido y calientito, en ese changarro más o menos pipirináis, frente al puente de “Los Esclavos”. Debo advertirte que irá otro compa con nosotros.
-Me lo advertís para que vaya con el pico cerrado sin que se me escape una solitaria palabra, no sea que descompartimente algún deschongue de los tuyos.
-No, no es por eso. Pues sí como vos sos tan rara y compendiosa y a veces odiosa no vaya ser que... y mejor no partir de supuestos.
-Está bien. Paso por vos o...
-Te espero a las 05:58 en la parada de buses que está en el 2º parque de Santa Tecla yendo de San Salvador a Santa Ana y oficialmente nominado como Parque Daniel Hernández. En sólo 1 de los 4 costados hay parada de buses, así que me parece imposible de confundirse.
A Ximena le pareció inverosímil que el viaje sólo hubiese sido para dejar en el aeropuerto internacional “La Aurora” al que desde que entró al carro su intuición infalible de mujer educada en el primer mundo para vivir bien en el tercero. Lo percibió como un intruso acompañante. Lo vio medio pasmadito hasta para caminar. Allí estaba apocado e íngrimo a las 06:06 de la mañana esperando en la acera del costado poniente del otro parque de Santa Tecla donde lo recogimos. Más mal le cayó a Ximena porque durante todo el angustiado trayecto hacia la ciudad de Guatemala no abrió la boca más que para pedir la comida y en un tono de falsa modestia y humildad durante la breve parada en el changarro frente al puente de “Los Esclavos” y desde luego para comer.
Ximena, acostumbrada a halagar el cuerpo, resintió en su notable anatomía que sólo se dieran el tiempo para asegurarse que el intruso abordara el avión y observar el despegue. Luego cuando el ruido de los motores ya no se escuchaba, iniciar el regresar al país(ito), tal como habían llegado a Guatemala, con ese nerviosismo impreciso, gaseoso y sin sabor que da la espera de algo monumental y que está por llegar a la frontera de la concreción.
-¿Por qué tanto ajolote vos?
-Ningún “ajolote vos”, lo que pasa es que tengo mucho que hacer en la Metro. (Tal fue la respuesta con el débil e imperceptible temblor en la voz por la mentira piadosa con que contestaba la inquietud de Ximena y ya no se volvieron a hablar durante casi todo el viaje, sin duda por el mismo nerviosismo impreciso imperante).
[Réplica mejorada del jardín del Edén por lo voluptuosa era el paraje donde se asentaban los poblados que habitaban los descendientes directos de los 4 brujos del agua que hasta hoy han sido los únicos Itzaes custodios de los cenotes sagrados en Yucatán, exilados. Poblados nahuas que sus alrededores fueron salpicados por los 4 Itzaes exilados, con más de 400 ojos de agua para que en ellos se purificaran sus descendientes y así sus estirpes no se extinguieran y además se mantuviesen cohesionadas por un culto nomológico al aseo corporal.
Parecía un pueblo engendrado por el rocío mañanero en una lágrima de la risa y que vivía en un juego eterno de sibaríticos baños rituales en los refrescantes 400 ojos de aguas, entre Izalco y Nahuizalco.
Ungidos con óleos
esenciales extraídos de la vainilla y del zapuyul se perfumaban reiteradamente,
enfatizando en las partes donde se concentra el gusto del placer corporal.
Inocente pueblo viviendo en el absoluto desconocimiento del pecado original de
la cristiandad.
Permanecían aseados y aromáticos, en disposición combativa para lances de amor y de guerra.
El mal olor estaba severa y rotundamente proscrito. Lo consideraban obra de espíritus malignos afanados en dividir a la nación. Los ancianos en consejo milenario allá por los tiempos en que el tiempo no se contaba sentenciaron que la corrupción en el gobierno está precedida de la contaminación que percibe el sentido del olfato. La suciedad era para ellos el inequívoco e inobjetable signo de la degradación social, incubadero de crímenes y no sólo de pestes y enfermedades.
Por su inocencia
ancestral el pueblo de los 4 Itzaes exilados no presentía las debacles
sociales. Por tanto no olfatearon la que se vino incubando, durante los 4 meses
de calurosa travesía por el Mar Océano en que Don Pedro de Alvarado y su gente
no se asearon debidamente.
Otros 4 meses, de la
hueste extranjera, por tierras aztecas, tlaxcaltecas e izalqueñas, dieron el
enfatizado acento y absoluta garantía de una terrible fetidez corporal. Zumo
tan agravado era percibido en todo su esplendor real por lo menos en
alrededores de 100 varas de distancia y sin el auxilio de los vientos.
El agregado de un mes
de sudores en estéril campaña de conquista por la tierra de los descendientes
de los 4 Itzaes exilados, fermentó más el hedor a la hueste extranjera.
No tardó Don Pedro en
reconocer la esterilidad de tal campaña y en tono de lamento castellano dejó el
registro para la historia: “y llegando que llegué a este pueblo hallé muchos
indios que me recibieron en actitud belicosa y todo el pueblo alzado, y
mientras nos aposentamos no quedó hombre de ellos en el pueblo que todos se
fueron a las sierras; en este dicho poblado estuve treinta días que nunca por
entradas que mandé hacer ni mensajeros que les hice, como he dicho, los pude
atraer por la mucha espesura de montes, y grandes sierras y quebradas y otras
muchas fuerzas que tenían.”
Pero el insoportable
humor que transpiraba la hueste hispánica, desde recién se embarcó en el Puerto
de Palos, amenazaba la vida en la tierra de los 4 Itzaes exilados. Humor
maligno agravado con los ajos y cebollas con los que curaban y sazonaban los
jamones y embutidos serranos de su católica alimentación.
A su paso el gran
patín, que esparcía la hueste extranjera de navarros, castellanos y sefardíes
al mando del ya casi conquistador, envenenaba el aire marchitando las flores y
ahuyentando a las fieras. De nada sirvieron almizcles premonitorios.
Al factor militar (técnico,
táctico y estratégico) y al factor biológico (virus desconocidos), como
explican los científicos historiadores, se añade el epopéyico factor químico
del novedoso e insoportable hedor que se constituyó en el tercer factor
co-adyuvante para definir la conquista de las tierras de los Itzaes exilados.
Don Pedro y su hueste
extranjera nunca se dieron por enterados del mérito de ser los precursores de
lo que en el devenir del progreso humano serían las armas químicas en las
tácticas de guerra de tierra arrasada. Porque un hedor corporal insoportable
-ese tan castellano entonces- multiplicado por 252 confunde el entendimiento
igual o más que el gas mostaza o el factor naranja empleado a profusión por los
yanquis en Vietnam].
Una calma chicha, una
tensa tranquilidad, acompañó a Ximena desde que cruzaron la frontera por el
puesto aduanal de La Hachadura. Eso le produjo más inquietud, desconcierto y
sorpresa. Por esa aduana de la frontera con Guatemala se iniciaba la ruta menos
corta y más insegura para hacer el regreso. Ni los contrabandistas se atreven
echarse ese recorrido sin alguna protección adicional a la divina protección
invocada.
[Hoy se puede decir que las batallas no fueron cruentas porque en verdad
no sucedieron, quiero decir en la mentirosa verdad de los vencedores. Empujados
por el apocalíptico mal humor de la hueste enemiga, peor que de podrida sangre
menstrual, los pulcros guerreros nativos perdieron las Batallas de Acajutla
apenas empezaron. Se despeñaban en los conocidos farallones de la ensenada
natural. Trastornados de la mente, extraviados del entendimiento se perdieron
en la perpetuidad del olvido. Pero como hijos que eran de las aguas, la Mar del
Sur bondadosa los recibía para siempre. La ocupación de la tierra de los hijos
de los 4 Itzaes exilados fue decidida y sellada por batallas que en apariencia
nunca sucedieron.
Esos días fatídicos
anunciaron nuevos dolores y tristezas que todas las profecías ancestrales
ignoraban. Días ocultos y sin registros ni en los Lienzos de Tlaxcala.
Don Pedro de Alvarado
en un registro un tanto escueto da fe de una batalla en la que fue herido en un
muslo con el ígneo filo de una hoja de obsidiana negra arrojada por el volcán
en erupción de los 4 Itzaes exilados. Más con la intención que fuese ignorada
apenas se dice de una oscura escaramuza en un lugar llamado Acaxual. Nada de
las abundantes crónicas de los hijos de la Hispania. Fecundos para croniquear y
en lo que no hay quien los supere.
De una de las
batallas, el futuro Adelantado, dejó evidencia histórica en conciso informe: “me
partí a otro pueblo que se dice Acaxual donde bate la Mar del Sur en él, y ya
que llegaba a media legua del dicho pueblo, vi los campos llenos de gente de
guerra... con sus plumajes y divisas, y con sus armas ofensivas, y defensivas
en mitad de un llano, que me estaban esperando; y llegué a ellos hasta de un
tiro de ballesta y allí me estuve quedo hasta que acabó de llegar mi gente; y
desde que la tuve junta, me fui obra de medio tiro de ballesta hasta la gente
de guerra, y en ellos no hubo ningún movimiento ni alteración a lo que yo
conocí; y pareciéndome que estaban algo cerca de un monte donde se me podrían
acoger, mandé que se retrajese toda mi gente, que éramos ciento de caballo y
ciento y cincuenta peones y obra de cinco o seis mil indios amigos nuestros, y así
nos íbamos retrayendo y yo me quedé en la rezaga haciendo retraer la gente; y
fue tan grande el placer desde que me vieron retraer, que me vinieron siguiendo
hasta llegar a las colas de los caballos y las flechas que echaban pasaban en
los delanteros; y todo aquesto era un llano que para ellos ni para nosotros no
había donde estropezar. Ya cuando me vi retraído un cuarto de legua, adonde
cada uno le había de valer las manos y no el huir, di vuelta sobre ellos con
toda la gente y rompimos por ellos, y fue tan grande el destrozo que en ellos
hicimos, que en poco tiempo no había ninguno de todos los que salieron vivos,
porque venían tan armados que él que caía en el suelo no se podía levantar, y
son sus armas unos cosetes de tres dedos de algodón hasta en los pies, y
flechas y lanzas largas, y en cayendo la gente de pie los mataban todos. Aquí
en este reencuentro me hirieron muchos españoles y a mí con ellos, que me
dieron un flechazo que me pasaron la pierna y entró la flecha por la silla, de
la cual herida quedo lisiado, que me quedó la una pierna más corta que la otra,
bien cuatro dedos...”
¿Cómo es posible que
Don Pedro se haya negado su proverbial locuacidad en el hablar y en el escribir
al redactar tal croniquita de tan epopéyica batalla?].
Los tórridos vientos
alisios de octubre son testigos criteriológicos de cargo que en lírico vaivén
vuela otro códice extraviado de una reciente batalla perdida. Breve informe
-escrito a máquina- de la otra batalla. Especie de pequeñísima relación interna
de los perdedores en 1979. Croniquilla que tímidamente da fe de la otra
ignorada gesta. “la ametralladora .50 emboscada en el Kilo 5 no disparó un
solo tiro. Había llegado sin el percutor. La emboscada se dispuso incompleta,
las órdenes confusas del comandante lo permitieron. De plano que resultó cierto
lo de que el que sabe sabe y el que no es jefe. Para terminar de joder, los
fusiles, que habían sido artesanalmente embutidos en las tumbas sin cruces del
cementerio indígena de Acajutla, salieron todos ruines. A la mera hora de los
guamazos se trabaron. Sólo un pinche fusil FAL rafagueó. Un G-3 bien plantoso
sólo disparó tiro a tiro. Fue con las únicas 2 armas largas con las que se
cubrió la gran guinda, aunque caricatura de la Larga Marcha de Mao, igual de
heroica. Por dicha las granadas hechizas salieron buenas si no, nos lleva del
todo la legión de las 11 mil putas...”.
Los nativos guerreros fueron empujados, otra vez con bélicos ingenios importados, hacia los montes. Hacia el inaccesible “Imposible”. Hacia un posible imposible retorno a la vida en los poblados. Pero pronto pudo más la nostalgia de los grandes poblados. En unos meses, como en columnitas de afanados zompopos de mayo, regresaban los ex-bélicos guerreros. Bastante callados, un tanto ahuevados. Pudo más el poético sahumerio de la parte noble de sus mujeres que el hedor del miedo a los temporalmente vencedores.
De la sorpresa por el
amagón bélico de los nativos, el vencedor pasó al firme propósito de humillar
la osadía del vencido. Acaxual o Acajutla fue militarizada. En cada entrada y
salida, apestosos de fétidos sudores, retenes de la Guardia Nacional (GN) y soldados de la 2ª Brigada de
Infantería. Inmundos cateos se sucedieron casa por casa. No quedó piedra sin
levantar. Los nativos que respondían al llamado y se entregaban eran enviados a
la muerte después del trámite formal de las torturas al modo y estilo de la
santa inquisición, actualizados por la CIA. En nombre de un credo extraño fue
abolida la ancestral democracia popular en la profanada tierra profana de los
enigmáticos 4 Itzaes exilados. Ni perdón ni olvido y por supuesto ni justicia.
El intruso que Ximena intuyó medio pasmadito resultó ser el nombrado Portavoz Oficial de la RN-FARN de las Batallas de Acajutla. Un mestizo que salió chelito, ojos azules y pelo canche, que llegó bien fresco a París por el aeropuerto de Orly. Pero su preparada elocuencia verbal no se pudo manifestar pues por los catastróficos resultados de las batallas de Acajutla ya no tuvo nada que anunciar y decir. Las batallas perdidas generan pocos comentarios y más poco interés en los públicos extranjeros ávidos de morbosidades proletarias. Con un ceremonial silencio terminó la corta gira europea y su bisoña carrera político-diplomática con la incipiente, desconocida e inexperta guerrilla de los descendientes directos de los 4 Itzaes exilados. El chelito decidió por sus pistolas, continuar la carrera político-diplomática con la menos riesgosa y más reconocida social democracia. La que se agrupa o se amontona en la Internacional Socialista. Iniciaría así un saltibanquismo político-ideológico, a veces un tantito peligroso pero siempre deshonesto y desleal. Ya no tan pasmadito despide tremendo hedor a incipientes oportunismos de derechas o definitivamente a traición. Sin duda, por 1ª y única vez, se equivocó la infalible intuición femenina de Ximena en lo de pasmadito.
Al tercer factor para las derrotas hay que agregar el factor de la traición o del oportunismo -quizás mítico- de tlaxcaltecas, chichimecas y otros que hasta hoy la continúan por mediación de algunos de sus descendientes como un tal “cacique” de apellido Lisco.
San Salvador, 21 de junio de 1994.
Luisfelipe Minhero.
Autor Independiente
Salvadoreño.
Página de Autor Central: amazon.com/author/luisfelipeminhero
Muy interesante, lo leere cuando lo publiqusaludoses,
ResponderEliminarLa antología "La saga de los espejos" donde está incluido el cuento "El tercer factor" fue lanzada el 1 de mayo de 2020, por Amazon KDP, tanto en edición digital (eBook) como en libro de papel en rústica (pBook). El hipervínculo para acceder a mi bibliografía -publicada- aparece al final de cada entrada que publico en el blog. Estaré muy alegre que por curiosidad le dieran un vistazo. Gracias por la solidaridad.
EliminarLuisfelipe Minhero.
Lo leí, y cuando lo hacía me imaginaba a todos en el mismo tiempo. Parece ser que sólo la forma de las palabras ha cambiado desde entonces. (Bueno, tal vez la vestimenta también).
ResponderEliminarCuando leí tu comentario, la verdad es que estaba más enchibolado con la dinámica de este "mi" blog, por lo que hasta hoy te puedo dar las gracias por tu sutil comentario. Ojalá se te haga costumbre hacerlos ... aquí, en el mero blog. Gracias.
Eliminar