Tentación insurgente del atardecer. (Cuento).

 

Tentación insurgente del atardecer.

Con la idea fija y decidida de publicar por entregas sucesivas alguno de los relatos cuentísticos que integran la antología La saga de los espejos, ahora entrego otro que, a mi parecer su principal característica es la atmósfera sibarítica, digamos engeliana, en que se desarrolla, a fin de dar a conocer el cierto imponderable desenfado con que, se afrontaba la cotidiana doble Vida en un juego de apariencias, definido por la militancia y la extracción de clase repudiada con hechos e ideas y enfrentar así, digamos exitosamente, desde la clandestinidad la desigual lucha, durante los 20 años de gestión organizada en El Salvador, de la insurgencia armada contra el régimen burgués, caracterizado como dictadura militar en escalada fascista, menos procaz y tan corrupto y cruel como el actual.

Espero que estas entregas sean motivación para adentrarse en los laberínticos meandros de mis propuestas literarias (cuentos y novelas) extraídas de la verdadera y triste Historia nacional del país(ito).

Atentamente,

Luisfelipe Minhero.

Carátula de las ediciones en papel y digital.

 

Tentación insurgente del atardecer.

Para Ivonne C. I.

Luisfelipe Minhero

Junio 16, 1994.

 

 

É

l distraídamente conversaba con Sofía, la inefable guerrillera urbana, en un simpático restaurante “mexican food” sobre el Paseo Escalón, cuando ve pasar -mediando entre 2 mundos en curso de colisión, la interposición de la amplia vidriera del ventanal panorámico que ocupaba mucho de la superficie de la fachada principal, digamos un 76%- una común -por su abundante mayoría en el parque vehicular del país(ito)- camionetita VW Brasilia color rojo de 2 puertas, como recién sacadita de la agencia y le pareció así nomás la única en el mundo y eso 2 centésimas de segundo antes de fijarse determinadamente en la conductora: una desconocida hembra de belleza inquietante para él y sin mediar previo aviso, en el siguiente segundo entra en un álgido e incomprensible estado catatónico y de indefensión total.

La estulticia propia de recién llegado del más cercano frente de guerra rural, nada tenía que ver con la subjetiva percepción, puesto que el frente urbano que era la ciudad capital, estaba plagado de más abrojos puyudos “full metal jacket” de grueso calibre y tan sublimemente ocultos que podían estar justo alrededor y en manos de los respectivos esbirros.

Durante el breve lapso del inexplicable trance, en la mente de él, ella se detiene y baja de la camionetita roja para ofrecérsele con los brazos abiertos de par en par y suspirando ansias incontenibles y ya derramando algunos fluidos corporales y... apresurado y glotón, él la desnuda no sin delicada violencia.

 

Sin embargo, por la realidad abrumadora en contra, apenas logra desdibujarla del paisaje magenta encendido de una tarde tan canicular y apabullante como todas las de julio. Jamás la había visto. Tal vez allá en la soledad del Cerro cacazo -cuna de mitos heroicos y reales- la había soñado como la ilusión de un ideal impreciso de mujer. Y ahora, en el momento preciso que alzaba el vaso escarchado para beber la cerveza bien helada tal como la ordenó, más que asombrado, estupefacto, veía escrito en los suculentos labios vaginales de ella, su nombre de él. No el “nom de guerre” oficial ni el seudónimo local, sino el nombre legal, ese con que él fue asentado en el registro civil de una ciudad nada mítica fundada por 50 familias castellanas, al inicio de la era colonial en América. De antemano sabe que es un estigma de inminente peligro y lo percibe viniendo desde el milenio anterior cuando ella se erigió por sí misma, reina y soberana absoluta de las Islas de la Perturbación que llegaron a ser conocidas como las Malvinas. Lo deducía del estilo como ella conducía la Brasilia, evidenciando ignorar más de un par de artículos de la ley de tránsito vigente en la nación(cita) ajena en guerra interna.

Él se impresiona tanto que por un momento siente que va cayendo en una traicionera espiral de tiempo vacuo interpuesto entre el espacio que separa a los 2 mundos en trayectoria orgiástica.

Muy a pesar de la exótica belleza y dominante presencia de Sofía, le entran tremendas ganas de correr tras ella y alcanzarla y jadeante poseerla enseguida y sin tantos preliminares trámites de seducción. Sudorosos se manifestarían ante el mundo que desfilaba sobre la corriente del consumismo lujoso del Paseo Escalón. A lo mejor serían asumidos como una pareja de entusiasmados o extravagantes practicantes de rutinas aeróbicas en la vía pública, con el propósito de mejorar sus condiciones cardiovasculares -de ellos- y que puede mejorar la capacidad del organismo de absorber oxígeno con eficacia, lo que aumenta el vigor e incrementa la resistencia nacional. Total la hora no era inusual para ello.

A la edad de él, imposible -o por lo menos improbable- que la desvanecida caída en la voluta de tiempo sin espacio, se tratara de palmaria y prematura pero fatídica señal de insuficiencia coronaria por ignorados problemas prostáticos. Las frecuentes hambreadas en el Cerro cacazo le establecían un riguroso régimen de ayunos profilácticos contra los males -no sólo los más comunes- de los hombres entrando a la madurez biológica.

Por eso en abierta desavenencia con su status ideológico-político él piensa a pie juntillas que el leve desvanecimiento es un oportuno reclamo del Cosmos por la rígida, antinatural y obligada disciplina de un ascetismo medieval que lo tenía aprisionado en ese deber orgánico y en ese estar burocrático de la organización guerrillera, sin renovar el riesgo de la magia aleatoria del amor. Estaba más inclinado, por su epicureísmo natural, a pensar que se trataba de un novedoso adelanto de un necesitado e inexcusable lance amatorio. Minutos antes, inaccesible, inexplicable e incomprensible a la razón dialéctica de su formación marxista ortodoxa, sustentada en los ridículos manualitos soviéticos, versiones aburridas del catecismo católico de Ripalda. A la fuerza ni la comida es buena y mucho menos un forzado celibato, poco célebre, ya ni decir de una desaparición forzada, concluía.

Pero en ese momento ya bien poco le faltaba para reentrar a los misterios de lo frívolo. Con seguridad se estaba diciendo: “bien vale la pena vivir una traviesa aventura con alguna cortesana desconocida sacada del ramillete del ½ millón de posibilidades donde escoger y coger, que ofrece la ciudad bituminosa... un leve y tenue empujoncito me falta para tomar la decisión”.

Para eso debía ignorar la preconizada ordenanza rígida de cuidarse de todo encuentro en apariencia fortuito y muy en especial de los más temerarios: los lascivos. Encuentros, con los que según se dice, se captan y reclutan adictos adeptos. A cualquier enemigo ramplón y mortal, el infiltrarse por la mediación de húmedas delicias le escatima barbaridad de esfuerzos. En cuestión de horas se puede realizar lo que con otros alicientes llevaría un quinquenio lograr y con muchos riesgos suicidas.

Pero a él le parecía que tantos años en los oficios de la Revolución, desarrollaban el olfato para saber de antemano si una frágil cortesana iba más allá de ofertar el sucedáneo más aproximado al amor. Le parecía natural aceptar pues, dada las aguas actuales, la cortesana oferta sin comprometer la existencia material ni la presencia moral de los 3 o 4 santones procaces, compañeros de la dirección nacional. Santones que pretendían establecer “urbi et orbi” que cuando estaban en sus abnegadas obligaciones lejos de la consorte sólo se la sacaban y con mucho cuidado para mear, no fuera a ser el tuerce que por sacudirla más allá de lo debido, terminaran pecando en soledad. Es sabido según ellos lo pregonan, que más de 3 sacudidas seguiditas se convierten en auto complacencia carnal.

 

Ella vestía una minifalda coincidente con la ideología de él, es decir de encendido color escarlata, muy con el tono de la camionetita. Sin embargo la minifalda -a ella- le dejaba al descubierto sus precarias instituciones morales burguesas. Con un pañuelo amarillo estampado de enormes flores negras, a manera de nubarrones protectores, a lo mejor pretendía con algún recato ocultar su íntimo modo de pensar y sentir.

¡Cuántos caminos por recorrer le insinuaba el cortesano cuerpo para alejarlo del mal humor que disgustado estaba viviendo!: boquita pintada de carmesí, ojos miel delineados con escrupulosidad parisina, a saber si pelirroja natural, pantorrillas bellamente esculpidas, redondas nalgas de palpitante atracción. Toda ella invitaba al ayuntamiento carnal pero contradictoriamente también al ayuntamiento espiritual. Ayuntamientos que a él tanta falta le hacían. En la subsiguiente brevedad, en tono de ánimos pontificales, se dijo -sin siquiera mover los labios como para que todo el mundo lo supiera- que a ella la buscaría con la más grande pasión incluso en las notas perdidas de los viejos cantares. Vehemente en su interior ya se había jurado no dejar ni permitir que se fuera sola y mucho menos con otro.

 

A la semana de la inquietante experiencia extrasensorial, porque eso fue según la conclusión nada ortodoxa de él, la inefable compita Sofía le dijo:

-Mañana está arreglado el conecte con la colaboradora que has pedido. Es culito con caché como dicen ustedes compas machistas-leninistas degenerados. Vos sabés que tiene un apartamento bien chivo y amplio con toda la menaje bien puesta y además un carro italiano con polarizado bien oscuro, que siempre parquea en el garaje subterráneo del edificio a salvo de mirones indeseables. Sólo por un clavito no llega al 10 de mujer perfecta tipo Bo Derek.

=¿Y cuál es el clavo?

-Que no es soltera del todo.

= ¿Cómo es eso que no es soltera del todo?, categoría que estremece mi razón dialéctica y aturde mi corazón gentil.

-Muy sencillo, tiene 2 hijos aunque del marido hace 2 años se separó y el galán es bien tranquilo. Muy de cuando en cuando se ven a propósito de la cuota alimenticia para los cipotes. El viernes llegate al Olga’s a eso de las 8 y 10 de la noche para que la conozcás y en el transcurso de la cena le empecés a palabrear del trabajo. Si logra cautivarte y si te parece correcto, después podríamos ir al Luzeiro y en tanto me dedico al bailoteo, vos podés continuar con los detalles compartimentados. Sería buena onda le dijeras al compa Santiago que nos acompañe y garantizar mi pareja de baile. Tan lindo es el compita que no dirá no, máximamente que ya le tocará regresar al aburrimiento de los cerros cacazos y entre charrales sufrir de la exacerbante soledad. Ah, la compa se llama Érika.

=¿No sé por qué, yo había imaginado que el carro de ella resultaría ser una nítida Brasilia roja de 2 puertas, con muchas extras?

 

Respondiendo al vago síntoma precursor de un fenómeno síquico, que suave y ligero va camino a lo inevitable y profundo, por supuesto que él llegó puntualísimo. Sofía y Érika ya habían entrado y estaban en una mesa ubicada al fondo. Una viendo distraídamente la carta del menú y la otra como pidiendo algo de beber. Él no podía creer que la compa Érika fuese la misma pelirroja que en la “experiencia extrasensorial” de hace una semana erotizó desde una visión muy fugaz. Por el evidente desconcierto que se produjo, luego de comentar el increíble suceso y eso que sin abundar en los pormenores de las detalladas y nada simbólicas alusiones sexuales, la plática derivó a los temas ligeros de la música y las películas de actualidad.

 

Santiago llegó agitado y casi sudando. Inició su conversatorio explicando su retraso. La explicación de Santiago, hizo a Érika y a él, salir del estupor del fenómeno síquico de la materia animada predispuesta a los enamoramientos. Pensando en voz alta, casi al unísono, ambos recordaron al grupo la perspectiva de la bailada en la pista del Luzeiro tal cual hubo sugerido Sofía 3 días antes. Santiago percibió las vibras y entendió de inmediato el mambo. Con conocimiento de causa y tacto de solidaria complicidad sugirió nada más ordenar un par de tragos y enseguida salir hacia la encandilante discoteca.

 

Deslumbrante halo de luna parecía llevar Érika en la noche lluviosa de finales de julio que por 1ª vez decidieron y pudieron salir juntos y sin nadie más. Exactamente fue 13 noches después de la calificada por él como “experiencia extrasensorial”.

Antes de la 1ª entrada a la intimidad se pusieron de acuerdo en que la propuesta bailable de Sofía, que ya era anécdota para recordar, los había unido. Previamente a la consumación fue necesario aclarar mitos sustentados en las dialécticas religiosas de ambos. Lo que siguió a esa noche es una simple y efímera historia de amor en tiempos de guerra llegando a civil, digamos con un comienzo paranormal, ambos la historia de amor y la guerra civil tan prefiguradas.

San Salvador, 16 de junio de 1994.

Tomado de:

La saga de los espejos

Luisfelipe Minhero

ASIN: B0875X7656

Publicado en Amazon: 1 mayo 2020.

 

Luisfelipe Minhero.

Autor Independiente Salvadoreño.

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