Karmina frente al tocador. (Cuento)

 

Karmina frente al tocador

Cuento de “La saga de los espejos”

La narración, que en esta ocasión publico pertenece a mi libro de cuentos “La saga de los espejos”, publicado en Amazon KDP, como libro digital (eBook) y como libro de papel (pBook).

En “Karmina frente al tocador”, describo el glamour extraño del ambiente que se vivía en un local urbano de una organización político-militar, de las gestoras de la insurgencia armada en El Salvador, contra el régimen burgués, caracterizado entonces como dictadura militar en escalada fascista, menos procaz y tan corrupto y cruel como el actual en camino, casi indetenible, al autoritarismo populista.

La función esencial e íntima -por no decir clandestina- del local era ser bodega de armas y polvorín inestables, cobijados en la apariencia inocente de cabaré de lujo con propiedad y conocimiento, lo cual facilitaba además, la consiga de información sustantiva de inteligencia, proporcionada sin mayores diligencias a las meseras y demás, por la “selecta” y asidua concurrencia.

Los hechos históricos en que se sostiene el relato, ocurrieron durante los más álgidos momentos de la insurgencia revolucionaria en El Salvador, a decir en la década de los ‘80 del siglo XX.

Sus comentarios a este relato en mi blog, me serán de gran ayuda e imponderable valor.

Atentamente,

Luisfelipe Minhero.

 

Carátula de las ediciones en papel y digital.

Karmina frente al tocador

 

C

on melancolía radiante, valen penas y esfuerzos para extraer recuerdos de la que en concisas cuentas -además de claras y serenas- fue poco prolongada guerra civil, justo 11 años de sistemáticas belicosas irregularidades y miles de muertos y desaparecidos de por medio, que fueron quedando en el olvido. No es justo que por los “acuerdos” la reduzcan a recuerdos -con interesadas crónicas- de esporádicas escaramuzas en recónditos charrales alejados de la capital. Para mí, la guerra es un truncado esfuerzo y un fallido acto revolucionario, que mi corazón la quiso como guerra de liberación nacional y que mi inorgánica esperanza actual la vive como guerra aún pendiente de la verdadera solución.

Es paradójico que en esta reflexión resulte acompañada de una desconocida sensibilidad, rayando en la sensiblería, de la nunca he sido afecto. Sin duda añoro los momentos de aquellas grandes culilleras... los instantes de los miedos pánicos... los abundantes sobresaltos nocturnos que la cotidianidad clandestina de la lucha urbana provocaba. Especie de preludio impromptu a la sinfonía mayor del heroísmo de la entrada sin fallas a la posteridad del imaginado y deseado martirio laico. En nada parecidos a los instantes que los ingenuos sin remedio o los revisionistas arteros, consideraban las premoniciones de la patriótica gloria eterna del paraíso anhelado, por venir.

Yo, en contra del romanticismo revolucionario en boga, preparado estaba para buscar el único chance del preciso segundo de salir en guinda conmovedora y valiéndome 1,000 veces verga dejar abandonados todos los tiliches de la escenografía militante de la casa de seguridad. No me importaba que por la guinda instantánea, fuese acusado de falta de mística revolucionaria por abandonar los bienes del pueblo bajo mi tutela. Nunca consideré irresponsable conducta privilegiar mi Vida como bien del proletariado y dejar tirados a disposición de los esbirros, el chuncherío inerte que daba elegante plante a la casa de seguridad.

¿De qué me serviría -el tilichero- preso y en camino a la desaparición forzada? En mi puta Vida, jamás he conjeturado su utilidad en una cárcel clandestina del régimen esbirro... y menos por cuanto en automático, se convertía en botín de guerra, el holgadamente constituido menaje completo, propio de espléndida dote para poner casa grande y de excelsa calidad: muebles de sala, carro, aparatos de sonido, tele, muebles de comedor, computadora, parabólica, refri, muebles de dormitorio, microondas, ropa chiva, estufa, betamax, revistas pornográficas, lavadora y demás comodidades para distraer la atención de inesperada visita.


Con esas ideas mi mente reinicia el encuentro con Karmina en los lejanos tiempos de la prehistoria guerrillera, cuando recién en los vecindarios ricos de la capital empezaron a sonar algunas desperdigadas artesanas bombas de amonales.

Por separado, pero en vasos comunicantes nos preparábamos para el encuentro. Cada uno por su lado esperando el atino del destino de juntarnos en una bisoña célula guerrillera con local propio de lo más chévere. Ninguno adivinaba lo pronto que estábamos de vivir esas cosas tan absurdas y alegres de la vida.

Así, Karmina y yo fuimos adosados a 3 cipotas para clandestinizar -en pie de lucha armada- una nueva estructura orgánica celular y compartimentada.

Ilusionados, cada uno y cada cual se posesionó del nuevo doble papel a representar. Se llegó hasta la saciedad de la sociedad dividida en clases y categorías. Sociedad que ni por un minuto se hacía de la vista gorda orientada en descubrir la más inverosímil infraestructura de la subversión y cobrarse con nuestras vidas el atrevimiento de construir una nueva sociedad.

Pronto, los 5 -ellas 4 y yo- atinamos la clase de local más apropiado para estudiar, discutir, planificar y ejecutar nuestras tareas para el cambio social, con un mínimo de seguridad para conjunto humano tan singular. Con todas las consideraciones encima, fue cuestión de considerar el montaje de un local fuera de serie que asegurara el éxito de la gestión en pro de la utopía ansiada. Después de analizar los pros y los contras decidimos establecer una vibrante especie tropical -pero no subdesarrollada- de cabaré o naiclub.

Puesto e instalado el cabaré, al poco tiempo se convirtió en el sitio de moda de los noctámbulos adinerados en la capital. La clave de tan singular éxito para sobrevivir estuvo en la meridiana cuestión de las actuaciones correctas con los papeles asignados a cada 1 de los 5.

Unos papeles fueron representados sólo para afuera. Del cliente al labio, en exclusiva para el asiduo público de categoría “doré”, habituado a consumir lo mejor de lo mejor. Yo fui, en acuerdo con el manto y la leyenda, el culto dueño del incandescente cabaré y dedicado promotor del estrellato de las 4 vedetes más buzas y con más destacados -visibles y naturales- encantos. Un verdadero pensil perfumado.

Las otras actuaciones eran las que se hacían para la arriesgada empresa de la construcción de la utopía nacional. De suyo ocultas con extrema dedicación. En este lado penumbroso yo asumía como responsable político-militar de las cuatro compitas. Karmina, Érika, Florencia y Haydé sus nombres de guerra, los seudónimos en la clandestinidad.

 

Así que la fachada apuntalada con el cabaré de moda, venía bien al pelo para esconder las obviamente inconfesables intenciones del colectivo celular de exquisitos seres con apariencias libidinosas.

En la bodega del fondo, el brillante naiclub albergaba quietecitas las metrallas y municiones trazadoras de verdades intransigentes para ganancia de ancestrales perdedores, conjurando la maldición de Sihuehuet o de Malinche.

En la bodeguita de en medio a la par de la trastienda, enmarañadas entre las cajas de cervezas y gaseosas se ordenaban faustas cargas de TNT, listas para ofrendar crepúsculos sonoros a la admirada trinidad de cuasi-dioses tutelares del materialismo humanista: Marx, Lenin y el Che.

En la tualet para mujeres y dentro de un tatú muy bien camuflageado -debajo de la taza del inodoro eternamente descompuesto- esperaban alboradas de alocados amonales.

Tal guardaba el propósito dialéctico la célula de vanguardia con su opulento cabaré de pantalla.

En la dermis más superficial del manto y la leyenda era obvio el espléndido y exitoso show de los jueves, viernes y sábados. Resultado natural del esfuerzo colectivo y de una enfática campaña publicitaria para atraer más y más, dilecta y refinada y adinerada clientela...

 

[...Karmina frente al tocador reflexiona sumamente disgustada, transida y descompuesta por un dolor occidental y la incidental norteña desesperación de recuerdos encadenados a un virus tránsfugo del placer... sentimientos y emociones ocasionados por lo que Karmina cree simplemente es un engaño pinche y vulgar... ella le da pábulo y crédito al cuento de que yo soy el exclusivo propietario del naiclub y por ese detallito el único dueño y amo disoluto y absoluto de ellas 4, divas obedientes (pero en ocasiones, obsesivas en las exigencias) que se acomodan a mi voluntad imperiosa y aprovechan mi deseo inmortal por sobrevivirlas satisfactoriamente a tiempo... contentas y satisfechas de satisfacerme con los íntimos detalles musgosos de la sustancial profundidad que de tan refinada y rebuscada llega a la máxima exaltación... en ese instante, Karmina empieza a dudar que yo, sí yo, continuaré siendo su compa fiel de aquí a la eternidad... para mientras me adjudica un derecho de piso y de pernada inexistentes... que sí me gustaría tener... y que por la prisa histórica ya no alcancé, o no pude, o no quise heredar... bienatadas al fastuoso canapé oriental de la estimulación creadora, se orientan al exclusivo fin de obtener mis fervorosos favores secretores de mieles inescrutables... antes, durante y después del intenso movimiento que le imprimo al miembro tan viril que visto de lejos, minutos antes de desaparecer, adquiere la dimensión de un tremendo adjetivo sustancializado rodeado de su enmarañado bosque capilar con 5 sensibles terminales para palpar con extrema intensidad el calor, la forma, la textura, la humedad y el tamaño ignorando tajantemente y con la mayor naturalidad el sabor, el aroma y el color... sabor, aroma y color de las flores metafóricas por deshojar esa vez, en la montaña sempiterna del estado de liviana y burbujeante perversidad...

en verdad todas ellas abusan de mi debilidad por la versificación medida con la escala y la regla del metro francés, pero en sabrosas y abundantes pulgadas de bienestar, para ponerme en evidente apuro ante las correspondientes academias encargadas de verificar y certificar la dimensión y calidad costeña del soneto, increíblemente sostenido sobre frescos, poderosos, soberbios y sin comparación alejandrinos, predominante e indiscutiblemente mulatos pero latinizados...

de un cielo naranja llueven epítetos desmedidos que me descontrolan la habilidad para introducir con lubricada suavidad la más larga y firme incondicionada convicción... música del alma para gozar (evitando en lo posible llegar hasta una suicida deshidratación con grave y elíptica solemnidad) el desprecio a la prosa pulcra y cabal, sobre el halago a la fantasiosa habilidad de entrar y salir airoso del dichoso lance y con sacramental valentía continuar el escabroso pero sabroso camino al altar de la prosa poética revolucionaria en el hielo más frío del cabaré...

un reducido lenguaje corporal -sin muchas variables dilectas del culto hablar, pero con una facilidad asombrosa para darse a entender- es suficiente para sustituir las metáforas, las elipsis y los pleonasmos... escrito y dicho en la noche del grandioso estreno a las debutantes que engendraron las expectativas más espectaculares y dan la seguridad previa del éxito para una larga temporada de shows que ellas iniciaron con tímidos pasos de merengue, mambo y cha-cha-cha...

aunque en verdad sólo se trata de palabras prisioneras y esclavizadas por las enaltecedoras y saludables pasiones subvertidoras del amor en el reducido y misterioso cubil... y no de superflua trata de blancas con algún sentido de tradición patrimonial...

y Karmina, la vedete más sensacional y ángel andrógino de la perdición no lo ve así... lo ve con su diferente óptica... la de su amor proletarizado a su manera... a su entender... la obnubilan las metáforas y los pleonasmos... y ahora la fama infame -creada por él y que soy yo antes de echarse a dormir- la confunde cuando le descubre sus escritos en verso de largo aliento humanitario y furiosa lo ama con locura premeditada... por momentos sólo lo desea... y a veces lo detesta... en irregulares secuencias temporales en el mismo plano espacial... el celo de amor (flor de patíbulo) la mata y la conmina a matar... pero con perfecta y calculada frialdad una noche pondera -antes de actuar en el grandioso show del que es la indiscutible reina neón- que de la cárcel se sale y del panteón no... para calmarse un poco más, piensa que tendría que ir cuanto antes a la Catedral metropolitana en eterna construcción o de perdida a la Basílica del Sagrado Corazón y en religioso reflexionar sopesar en privada comunión los pros y los contras...

en el cielo naranja continúa (con nuevos bríos) la lluvia de epítetos desmedidos que obstinados halagan la preeminencia del verso inútil de salón y las metafísicas virtudes sacerdotales, por encima de la liviandad sutil...

como todos los días, el naiclub se oscurece al amanecer y durante ilumine el sol también ocultará su verdadera verdad... y la de las 4 vedetes estrellas... y de mí, por supuesto... mientras afuera espera paciente e invisible el zaino zarpazo de alguna fuerza represiva y criminal de las muchas que tienen a disposición las malévolas actuales arteramente constituidas en otro embustero e ilegítimo evento electoral...

el menor y tonto desliz en el día menos pensado e inoportuno, será una nota trágica de imponderables consecuencias... mortales, valga decir, para todos los actuantes en el fantástico y fabuloso cabaré de moda en la capital provincial con aires de complacencias y condescendencias ciudadanas universales para todos los gustos... preludio de cualquier juicio sumario y marcial... a 2,638 días después que el del poeta narizón... el eterno (hasta entonces) buscador de la verdad por incómoda e inconveniente que pudiera resultar... el poeta al que la muerte lo salvó de morir... pero a nosotros no nos salvará...].

 

Al final de la guerra. Luego del acordado y apresurado final. Del aquelarre sálvese quien pueda. Del sí te veo ya no te conozco, no vaya a ser que me involucrés en secuestros y abandonados buzones de armas. Del corré que atrás vienen arriando con los nuevos paradigmas de la traición. Pero Karmina, la gran Karmina. La Karmina pródiga de abundantes placeres visuales. La Karmina con intuiciones maravillosas. La Karmina aguda de ingenio. La Karmina de versos profanos al estilo Carmina Burana. La Karmina con institucionales encantos. Triunfa por su único y sexacional estilo de cantar y bailar... así de sencillo.

Con muy poco vestuario pasea su desbordada hermosura trigueña, en todos los estados de la unión. De California a Nueva York. Se deja ver -con su impúdica inocencia de siempre- la mitad de cada uno de sus superlativos hemisferios inferiores y que conducen a su enajenado público a la experimentación casi mística de trémulos estados superiores de lascivia visual. Público fiel, constituido por algunos gabachos inexplicables y muchísimos hermanos mojados, que le sigue los pasos perdidos. Hermanos mojados creadores del nuevo folclor venal extranjerizado. Compatriotas lejanos que al verla bailar y oírla cantar, lloran. Lloran a cantaradas la nostalgia por el país(ito). Patéticos lloran un patriotismo que no tuvieron huevos de defender y sostener. Pero pagan dólares a montones con los que Karmina paga su penjáus -en promesa de venta- allá en el condado de Dade. Dólares con los que recién compró su carro deportivo italiano, nuevo, sacadito de la agencia.

Por dudoso que parezca, la visa múltiple para entrar y salir a USA, el propio embajador imperial me consta se la proporcionó. Doy fe que le bastó a Karmina ejecutar (vestida con una faldita bien corta y apretada que le llegaba apenas a la mitad de los muslos cimbreantes tipo Tina Turner o más bien de las piernas, resaltadas con una nacarada pantijós negra de licra) unos pasitos de salsa y merengue en la penumbra vaga de una renombrada discotec. Simpática iniciativa de Karmina con la que generaba vagas expectativas, al encantado embajador imperial, de unas privadas clases de tórridos bailes caribeños.

En un arranque tan peculiar... tan bella Karmina... tan conocido por mí... desde su más honda intimidad... desde donde siempre tiene, guarda y esconde la esencia del blues más universal... como gesto de su buena voluntad... como evidencia que no me guarda ningún rencor... como puente para una eventual reconciliación... como acto de borrón y cuenta nueva, tan en boga luego de las firmas... me envía, desde su nuevo norte, la invitación a estrenar con ella su certificado de triunfo... o dicho de otro modo me invita a estrenar el lujoso convertible deportivo italiano de un iridiscente color azul cuyos fulgores dice le recuerdan el amanecer tropical...

La invitación, acorde a su condición de indiscutible nueva Reina de la Cumbia, es con todo y gastos pagados... pasajes de avión, impuestos de salidas, ropa nueva para un mi nuevo luk y las inevitables comiditas para abatir los aburrimientos en las salas de espera de los aeropuertos que tenga que sufrir... hoteles no incluía la invitación... porque muy Karmina dijo: “amorcito, para eso está mi penjáus y lo que es mío es tuyo”...

¡Lástima que mi amor roture otros campos... que abre otros surcos... que bebe en otras fuentes!... en fin que siga de baboso, comunista e intransigente.

San Salvador, 26 de julio de 1994.

 

Tomado de:

La saga de los espejos

Luisfelipe Minhero

ASIN: B0875X7656

Publicado en Amazon: 1 mayo 2020.

 

Luisfelipe Minhero.

Autor Independiente Salvadoreño.

Página de Autor Central: amazon.com/author/luisfelipeminhero

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