Ni las yucas ni yo (relato de Hever Mendoza)
Ni
las yucas ni yo
Cuento
del libro “Palo de jiote”
Hever Mendoza, se refiere a su breve relato “Ni las yucas ni yo”, como una “pequeña muestra narrativa” que, hoy tengo la satisfacción de presentarlo en “mi” blog. El relato pertenece al libro “Palo de jiote”, también de la autoría de Hever.
Ojalá
que otros inéditos o publicados autores de cualquier edad (hombres y mujeres) sigan
el ejemplo de Hever y se animen a enviarme muestras de sus creaciones y quieran
publicar en este medio.
En
el breve relato, Hever Mendoza, sin concesiones a la sensiblería ni al
costumbrismo literario evasor de la realidad y con un lenguaje literario preciso,
directo y brutal presenta imágenes que evocan momentos dramáticos de las
condiciones sociopolíticas y económicas, inmediatamente posteriores a 1932, el
año que según el decir de Roque Dalton, todos nacimos muertos en el país(ito).
Atentamente,
Luisfelipe
Minhero.
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Ni las yucas ni yo.
Y |
a
había pasado la «tapiscada» de hombres naturales que hizo la Guardia Nacional
en aquel año en que nos dejaron «ralitos» en el pueblo de Tacuba. Por todos
lados los caminos quedaron sin gente y los ranchos llenos de críos y mujeres y
sin manos «juertes» para desmontar y sembrar la milpa y por eso llegó el hambre.
Las
Álvarez era un grupo de muchachas que usaban «huipil» y «kuaishte» y cuando
iban al río se quitaban todas las ropas y se bañaban desnudas pues ningún
hombre tenía la osadía ni de mirarlas porque tenían fama, ya ganada, de ser
buenas para tirar filazos a troche y moche.
Don
Pedro era uno de los pocos hombres de media sangre que había cultivado una gran
planada de matas de yuca, se quedaba día y noche cuidando la siembra pues el
hambre hacía que las familias se desplazaran por los montes como plaga de
chapulines buscando algo para comer. No perdonaban ni los tallos de mata de
guineo y de papayo, tubérculos de papa malanga, guineos tiernos y toda hierba
que sirviera para una buena sopa.
Una
tarde que don Pedro se vio necesitado de ir a llenar la churumba al río, la
Tonita Álvarez aprovechó para colarse en el sembradillo de yuca y de un solo
tirón arrancaba las matas, les separaba las yucas y las tiraba a un zacatal
cercano. En esos quehaceres estaba la Tonita cuando fue sorprendida por don
Pedro. Si querés las yucas vas a tener que ser mía – le dijo lascivo. Ni las
yucas ni yo –le contestó la Tonita, se subió el kuaishte hasta la ingle y se
abalanzó, machete en mano, contra don Pedro. Éste ni lento ni perezoso se dio
la vuelta y corrió por su vida, dejando el campo libre para que la Tonita
armara su tercio de yucas y se fuera con su contoneo habitual por aquellas veredas
donde las mujeres fueron tejiendo las rebeldías de los hombres.
San Salvador, 12 de mayo de 2019.
Tomado de:
Palo de jiote
Hever Mendoza.
01/12/2010 –
30/12/2020.
Inédito
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Luisfelipe Minhero.
Autor Independiente
Salvadoreño.
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eCorreo: luifelmartinez@hotmail.com
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