Les diré que llegué de un mundo raro (Párrafo)

 

Les diré que llegué de un mundo raro

(Crónicas anticipadas de un paraíso desafortunado)

Párrafo.

Les diré que llegué de un mundo raro (crónicas anticipadas de un paraíso desafortunado), es una de mis novelas, que también parte de hechos históricos. En esta en particular, los ocurridos en la última década del siglo XX y en los 3 quinquenios iniciales del XXI. En la novela recreo con simplicidad y vigor temas de la literatura comprometida de siempre y que en el “país(ito)” constituyen la absurda cotidianidad que se cultiva, nace y se expande en la conflictiva organización de la sociedad salvadoreña, marcada por la violencia social, el inmoderado lanzamiento de consignas políticoculturales irracionales y... muchos injustos etcéteras.

Para apuntalar la realidad ficcionada que es mi novela, recurro a la modificación lúdica de textos literarios algunos conocidos y otros no tanto, en un intento de equilibrar la búsqueda de una agria desmitificación de la absurda y real y así replantear con ello, sin daños colaterales, algún aspecto arrogante, bizarro y perverso del comportamiento humano, siempre sometido a insuperables limitaciones -impuestas por el poder- donde a lo mejor se esconde la esperanza de “un mundo mejor posible” incluso en un territorio meramente tropical y subdesarrollado.

Con esta divulgación en mi blog, del fragmento de mi novela “Les diré que llegué de un mundo raro (crónicas anticipadas de un paraíso desafortunado)”, publicada hace un poco más de 2 años en formatos de libro digital (eBook) y libro de papel (pBook) en Amazon, anuncio que su versión en libro digital (eBook), desde hoy lunes 15 de noviembre de 2021, a partir de las 0:00 h (hora estándar del Pacífico), hasta el jueves18 de noviembre de 2021, es decir durante 4 días consecutivos o sea por 96 horas continuas, se podrá descargar GRATIS, (una vez ubicado el eBook y siguiendo las instrucciones para abrir cuenta en Amazon, paso innecesario si ya se tiene una), entrando a mi Página de Autor Central, cuyo vínculo es amazon.com/author/luisfelipeminhero.

Una vez lo adquieran, espero un tanto ilusionado, tener el honor que lo califiquen, lo lean y de ser posible escriban un comentario al final del eBook y... si no es pedir mucho, también en esta entrada de mi blog con el vínculo (link) luisfelipeminhero.blogspot.com o... incluso en mi tapial de féisbuc (facebook).

Carátula de las ediciones en papel y digital.


 

Les diré que llegué de un mundo raro (crónicas anticipadas de un paraíso desafortunado)

Fragmento.

              S

e dan en mí ciertos inciertos momentos y... siempre a partir de uno de ellos en particular, dificultoso logro aislar -aun sea por pura cuestión metodológica, a veces cosmética- y enseguida deglutir sin que signifique asimilar tales acontecimientos coyunturales que de todos modos no tardan en pasar -aunque me afectan una fase específica por la que atraviesa o atravesó mi Vida- con hechos concomitantes producidos por algunas de las gentes y agentes del buen vivir -protagonistas colaterales, directas, desagradables y deshumanizadas- de segmentos que también forman parte indisoluble de mi historia personal pues se acercaron a parcelas de mi intimidad que me llevan a rallar lo pornográfico de rebuscar lo escatológico o lo teleológico, lo que sea más conveniente al menester temporal de cada quien y cada cual.

Dicho así, a esas sensaciones de admiración y temor, yo agregaría la de respeto que en mí predomina y sustentada en lo sentenciado por Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz” enunciada el 15 de julio de 1867, después de entrar triunfante en la Ciudad de México, tras la derrota y fusilamiento de Maximiliano.

Acaecimientos -algunos perfectos y perversos desertores- de la vida real y que se convierten en “personajes” poco confiables -algunos protagonistas principales y otros incidentales- pero que de presto dejan de insistir en mi Vivir con todo y sus secuelas existenciales. Controlados y reducidos quedan frente a mí y ya no le doy importancia al asunto que provocó y ocasionó el (o los) acontecimiento(s)... y toda la vaina se metaboliza en un simbólico hecho estético -quizás también aislado- artificioso pero efectivo para desviar dificultades cotidianas y prosaicas. Inmarcesible gloria, por lo demás.

El razonamiento previo, se traba a la perfección con la génesis y desarrollo de la fase que me vi “obligado” a aceptar como secuela irremediable de la posguerra.

Y esa fue la de trabajar como stripper por casi 2 años, sobra decir que en puta intensos. De algo me sirvieron las nociones estéticas que pude asimilar al haber estudiado Letras durante un par de ciclos en la UCA. Pero lo grandioso es que me da amplias permisiones para contarte la experiencia vivencial como stripper, pues a pesar de sus más superficiales apariencias -por el tipo de “trabajo”- ha resultado ser la fase más pura y estoica de mi Vida, casi heroica, podría decir con basta satisfacción y agradables secuelas.

Pues bien. Caminaba una tarde llegando al ocaso en un día más de la inicial posguerra -que se transmutó en interminable posguerra- más decepcionado de lo habitual por la aparente banalidad de los esfuerzos realizados por hacer la Revolución Socialista en el país(ito) de mierda durante 20 años, con el agravante que yo habiéndolo perdido casi todo me encontraba sin pisto, sin nacionalidad, sin trabajo y sin perspectiva alguna de encontrarlos a corto o mediano plazo, muy a pesar de las gestiones por mí realizadas ante los respectivos representantes de dios y del diablo, aquí en esta tierra. Las perspectivas a largo plazo las descartaba pues era casi obvio que me sería imposible sobrevivir. Reaprendí entonces a no comer ansias.

Un comunista auténticamente desilusionado pero no amargado era yo. Y sin temor a equivocarme te puedo afirmar con total seguridad que no era el único y al parecer los que compartíamos los mismos sentimientos y nos unían similares condiciones, pues no éramos una pinche excepción de la regla. Y además dignos de ser tomados en cuenta.

¡Puta, es que el estigma de guerrillero desmovilizado bien pronto se convirtió en obstáculo yuca para reinsertarse en una sociedad en extremo prejuiciada y polarizada y además pendeja!...

Y todos los eufemismos para embellecer las promesas populistas en los discursos triunfalistas por parte de las jefaturas en “ambos bandos” simple y llanamente tanto valían y valieron verga, que no me la choyaban ni me la pelaban.

Yo tuve mucho que perder, aunque te parezca inverosímil y...

Pues lo perdí casi todo, pero...

Me quedé con la dignidad, el honor y el orgullo que no dan para comer pero sustentan como suplementos alimenticios de la mejor calidad.

Ahora y todavía aquí y para los siglos venideros, agradezco a papá que me enseñó el total desapego a las cosas materiales, sobre todo de esas mierdas de altos precios y sin mayor valor y bien que lo entendí y aprendí.

Y la maldita posguerra -que hasta la fecha se volvió interminable- la inicié enfrentando la “nueva vida” como civil apacible -dicho con otras palabras menos provocativas, guerrillero venido a menos- sin trabajo, sin dinero -ni para comer y pagar el bus- y desarmado añorando mi pistola asignada -una Browning 9 mm. de pavón negro azulado y cargadores de 9 tiros- cuando estaba operando en la ciudad.

Pero cuando iba al monte en una misión específica se me agregaba un fusil Galil con culatín retráctil -más liviano y menos voluminoso- en consideración que era uno de los “gorditos” de la metro que cuando íbamos al cerro Guazapa -coto de la RN- con todo el dramatismo posible, aparentábamos vernos a palitos subiendo y bajando lomas escuetas -en comparación con el vecino volcán Quezaltepec, el de San Salvador pues, donde a menudo los de la metro realizábamos prácticas bélicas a todo mecate- de modo que los mandos guerrilleros, que íbamos encontrando en el camino hacia la misión, no abusaran de nuestras condiciones físicas y morales con tareas ajenas que nos retrasara lo encomendado por el mando zonal metropolitano.

Cuando surgía el dilema y que por las obvias razones se fue haciendo más frecuente, tenía que tomar una decisión entre las 2 opciones: Comer y nada de bus -más saludable por cierto- o tomar un bus para superar las distancias superiores a 3.7 kilómetros y no comer a no ser que algún viejo amor en el estado de gracia de la juventud perdurable, me invitara.

Y lo de no caminar -bajo el sol tropical- entre puntos geográficos separados por más de 3.7 kilómetros, no era por el quilombo de no disponer de la condición física indispensable, sino porque al lugar del brete llegaba chorreando sudores y se gastaban más de prisa los únicos zapatos de dominguear que me quedaban.

Por eso respecto a los atributos divinos mi envidia aumentó, de todos los cuales son solo 2 los únicos que en verdad envidio desde siempre. El primero el no cagar y en segunda instancia el no mear. Además son necesidades humillantes y limitadoras. El de la ubicuidad me vale chonga, no digamos la eternidad.

Aunque considero que el camino de la evolución del Homo sapiens, ya condujo a los especímenes más adelantados a dar el nuevo salto evolutivo y están en lo de archivar los nuevos datos genéticos como condiciones previas al siguiente salto en la evolución, que llevará a la especie al disfrute de esos atributos -hasta hoy exclusivo de las deidades- y que la librará de muchas y serias limitaciones.

Lo chévere es que para transmitir esos nuevos datos genéticos hay que aparearse con hembras -bonitas y saludables, preciosas e inteligentes, simpáticas y tranquilas- mediante divina olímpica conjunción copulativa activa, tan tradicional y gustosa. A veces unos apareamientos resultan efectivos y otros azarosos, pero siempre con mucha diversión y contento de lo más animal.

Eso de la reproducción humana mediante la fecundación in vitro o con otras técnicas similares de reproducción asistida como la implantación intratubárica y la introducción intrauterina de esperma tratado, no dejan de ser innobles y poco divertidas y resultan bastante mecánicas y quizás artificiosas.

Pues esa tarde, con la mirada perdida en el futuro nada dichoso que se vislumbraba para mí, veo como surgido del “milagro”, un afiche bastante bien impreso y llamativo que además del texto incluía sugestivas fotografías a color.

El texto planteaba -con letra clara y legible a buena distancia- de forma sucinta la necesidad de contratar varones adultos jóvenes y de atlético ver, previa selección, para bailar -con candentes movimientos en horas nocturnas- en un bar para señoras “educadas y tranquilas” situado en la llamada Zona Rosa de la Colonia San Benito.

Mencionaba sin alarde, el nada despreciable salario fijo al mes por jornadas nocturnas de 7 horas diarias durante 5 días a la semana. Pero destacaba -el texto- las jugosas “propinas” que las entusiasmadas parroquianas darían acorde al desempeño de cada bailarín en cueros menores pero no chulones. Daba un número telefónico donde solicitar una entrevista personal y concertar un casting en el que se debían mostrar las habilidades pertinentes y nada más dancísticas.

Pero a mí, me intrigó el enigma de lo “en cueros menores”, que lo resolví hasta el momento de recibir el uniforme para mi primer desempeño laboral, cuando descubrí al ponérmelo, que las rojas tanguitas excitadoras estaban confeccionadas con finos y suaves cueros aterciopelados -no sé por qué me imagino de terneras- y supuse que el cuero era los más adecuado para resistir los arrebatos a los que podían llegar las encandiladas espectadoras, tratando de meter con morosidad y deleite las propinas, entre tanga y epidermis de su stripper elegido.

Y lo de las propinas acordes al desempeño de cada uno, amparado en la práctica de un par de agitados meses, me atrevo a sostener que se resolvía según el tamaño del bulto aquel. Aunque en honor a la verdad, ninguno de los strippers insinuábamos nada fuera de lo normal, como un órgano de proporciones megalíticas muy dificultoso de transportar.

Apetencias resultantes de aberraciones inscritas en la mitología provocada por la voracidad y la exageración occidentales capitalistas, nada tan retirada de la prístina cuna de la civilización occidental y del lejano oriente de los poderosos gigantes asiáticos de hoy: Corea, China, Japón, Malasia y Tailandia -donde en sus varones- rondan en promedio los 12 centímetros respecto a la envergadura tonal del órgano aludido, casi siempre sentido por ellas -las hembras del mundo- como deleite musical en crescendo, según dicen las encuestas, incluyendo las poco confiables de CNN y parecidas.

Te habrás imaginado ya, en qué estaba lo sugestivo de las fotografías a color que mostraba el afiche.

Y como la Magdalena no estaba para tafetanes, sin darle mucha vuelta al asunto, nomás llegué al cuarto con baño privado que habitaba en alquiler en una casa de familia de la colonia Centro América, hablé por teléfono expresando mi interés en el “trabajo” y tuve la gran buena suerte que sin más ni más, la entrevista y el casting se me programaron en simultáneo para 2 días después, a eso de las 15:30 horas.

Y por supuesto que me contrataron después de haber bailado un merengue bien apambichao y una salsa erótica muy picante, vestido -que es demasiado decir- con una tanga roja fosforescente que me “tapaba” las nalgas con un hilo que pasaba entre las 2. Lo de adelante me quedaba tantito más cubierto, medio ocultando la zona carmesí donde se asientan las nobles desvergüenzas es decir mis nobles genitales externos. Tal precaria vestimenta sería mi uniforme de trabajo.

Antes de mi desempeño como stripper, sólo había usado uniforme durante los 11 años que fui estudiante de primaria y secundaria y lo dejé de usar al terminar el bachillerato y nunca fueron tan elementales y llamativos -ni siquiera los de gala- como la tanguita con la que bailé desde el casting hasta que me retiré.

Después de lo del bar nunca he vuelto a usar uniforme, a lo mejor es una reivindicación pendiente para mí y así se va a quedar.

Para conseguir la chamba no tuve que recurrir a bailar chachachá, que es mi especialidad como vos sabés, pues fui capaz de mostrar lo que podía hacer en el “tema” de mover el culo al ritmo del merengue y de la salsa, para encender a gordas resignadas cabalgando en la desidia cotidiana. Por lo mismo no fue necesario ningún otro trámite como dar una fianza o presentar papeles con referencias de trabajos anteriores y recomendaciones de personas de instrucción y honestidad notorias. Todo fue la mar de sencillo. Y empecé al día siguiente, mejor dicho la noche siguiente.

Un pubis y un vientre fláccidos -no son elegantes ni de buen ver, aunque el pubis nunca lo llegué a mostrar en su totalidad, apenas hasta la rayita superior donde asoma tímida su ensortijada vellosidad- hubiesen sido causas suficientes para no conseguir la chamba en la que debía bailar casi chulón y bien probable que, de no conseguir el honrado trabajo, hubiese caído en la perdición intentando la procura de algún pisto para sobrevivir con mínimas comodidades, tales comer más o menos con regular frecuencia y movilizarme en bus por la ciudad capital y a la de al lado.

Y ninguno de los putos comandantes que me conocieron, jamás intentaron tan siquiera una vez algo para ayudarme, a excepción del Comandante Tomás Ramírez Quirós, el único con el que al final de la guerra quedé de amigo, pero la pasaba tan jodido como yo, aunque no perdió su costumbre de compartir aunque tuviese poco.

Y no eran quebrantos del espíritu los que la incipiente posguerra prodigaba, eran perjuicios a la salud del cuerpo.

El bar ocupaba una mansión de la Colonia San Benito que de seguro fue residencia de algún burgués de abolengo cafetalero venido a menos y por lo mismo era obligatorio que el inmueble utilizado como bar se conservara elegante, impecable y decorado con buen gusto digamos avant garde y más en consideración a la clientela que lo visitaba en mayoría abrumadora. De lo contrario yo jamás me hubiese decidido a laborar en tal bazar de diversiones semiclandestinas.

En el salón principal -del que imagino en su época de residencia señorial de potentados burgueses cafetaleros, funcionaba como enorme vestíbulo- era donde trabajábamos los varios apolíneos strippers, se creaban distintos rincones a media luz, diferenciados a la vista por los correspondientes chorros del color de la iluminación que recibían, que se concentraban uno por uno -además auxiliados por un spot proyectado en los bailarines, uno a una a la vez para así evidenciar, por turnos, los encantos de cada quien- en la barra al momento que se prodigaba el baile en cadenciosos y voluptuosos vaivenes enfatizados en caderas y vientres y el ambiente se encendía de impetuosos entusiasmos femeninos.

El vestíbulo -el notorio y enorme salón- fungía como área de distribución y nexo de comunicación entre las distintas habitaciones o zonas o espacios de la residencia en sus usanzas originales -que las imagino a la perfección- y ya siendo bar no las conservó, pero sí mantuvo las 2 funciones principales -distribuir y conectar- y considerando las nuevas ocupaciones -servir bebidas y presentar bailes eróticos- el espacio construido y disponible era ideal.

Cuando no se posaba en mí la luz del spot, la iluminación, no sé por qué, me recordaba la iluminación del puesto de mando metropolitano para la primera ofensiva final del FMLN en enero de 1981, según la describía el Comandante Tomás Ramírez Quirós.

El salario fijo mensual era de sv¢2,500.00 (dos mil quinientos colones) entonces equivalentes a us$500.00 (quinientos dólares), si no mal evoco el tipo de cambio vigente, pero no será mucha la diferencia. En promedio, las delirantes asistentes me insertaban, entre la tanguita roja fosforescente y la piel, unos sv¢200.00 diarios es decir entre sv¢4,000.00 y sv¢4,400.00 al mes. Mejor “reinserción” ni siquiera un día antes me la imaginé.

Un ejemplo de lugares comunes imposibles donde buscar mi “reinserción social”, intentando desempeñar un trabajo asalariado, se daba en los conocidos “Talleres Sarti” -una fábrica de cosas útiles de hierro- donde se enseñoreó la Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños, la que fue gloriosa FENASTRAS vanguardia que tan bien fue de la combativa clase obrera salvadoreña -influenciada política e ideológicamente por la Resistencia Nacional-Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (RN-FARN)- puesto el sindicato de los trabajadores de la empresa mencionada era miembro de la FENASTRAS posguerra inmediata.

Esa imposibilidad dada -al comienzo de la interminable posguerra- en los Talleres Sarti fue extensible a todas aquellas unidades productivas de propiedad burguesa cuyos sindicatos hubiesen estado afiliados a la entonces gloriosa federación. Ahora no sé si se mantiene la imposibilidad, pues como pude, me aproveché y logré resolver de otros modos, digamos menos aburridos y más efectivos.

Para mí, hubiese sido más fácil descifrar el misterio de la santísima trinidad, que conseguir una plaza aun fuera de aprendiz en los “Talleres Sarti”. Y por una tan sola razón, bastante obvia en mi sentir.

No dilato más en darte la explicación del antecedente de esa razón.

Sin duda se estableció a partir del resurgimiento de la lucha en las calles capitalinas, emprendida por los obreros sindicalistas afiliados a la entonces gloriosa FENASTRAS que se decidieron acompañar el despertar combativo reiniciado por el excelso Comité de Madres y Familiares de Presos y Desaparecidos Políticos -más conocido como las COMADRES por ser mujeres y en especial madres unidas por un vínculo de altruismo para los otros e indignación por los demás, las más destacadas en la lucha por los presos y desaparecidos políticos- con sus heroicas y memorables sentadas en las gradas del atrio de la catedral metropolitana, en el último tercio del año 1984.

Con ellas, no pudo la tiranía gorila-militar en su triste despegar a la escalada fascista que oscureció al país(ito) durante 3 lustros, que además de abominable y cruenta resultó inservible para someterlas en sus afanes de justicia y tuvieron los gringos que intervenir para detener el estado insurgente imperante, antes que superara el estadio de guerra civil.

Fue el desafiante y festivo reinicio de las manifestaciones populares callejeras y de veras combativas, única forma de lucha para volver a las calles de la capital, escenarios propios y naturales para la incorporación masiva y efectiva de los sectores populares a la Revolución… lucha que fue orientada desde la clandestinidad por los compañeros Comandante Tomás Ramírez Quirós y Comandante Jerónimo Águila Chinameca, miembros del Comité Zonal Metropolitano de la Resistencia Nacional-Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (RN-FARN).

Forma de lucha que al incorporar, en su desarrollo concreto, gran cantidad de obreros provenientes de los sectores estratégicos de la producción -como se fue haciendo- “sensibiliza” a la burguesía porque la golpea donde le duele, en el bolsillo.

El compañero mencionado en primer lugar se desempeñaba como Responsable Político-Militar de la Zona y Jefe del Comité Zonal, el otro ejercía de Encargado del Sector Obrero.

Estas son precisiones necesarias para establecer la real dimensión de algunos hechos, en particular lo inevitable de trabajar cubierto con sólo la brevedad de la tanguita escarlata o roja como uniforme laboral, expuesto -sin protestar- al frío característico de las últimas horas de las noches y primeras de las madrugadas en las casas situadas -a media falda del volcán Quezaltepec- en la Colonia San Benito, sin pasar a otras desvergüenzas de naturaleza más candente pese a la abundancia de proposiciones provocativas evidentes y ni por un momento -en tan inquieto y frívolo escenario- permitir asomara la amargura ni la vacilación a la lealtad con los principios revolucionarios que me llevaron a la guerrilla de la RN.

Aparte que yo no era de mentalidad cuadrada y siempre he tenido una consciencia bastante laxa… así que todo fue “tranquilidad y tobago”, rindiendo cuentas nada más que a mí mismo, ya no más comisarios políticos pendientes de mis lujurias colectivas al despertar y al pernoctar, ya no más disculpas por mi natural admiración y deseo hacia las mujeres bellas.

Por favor, nunca te olvidés que en ese saludable “antro” bar apareciste en mi Vida y yo aparecí en la tuya con todo y cartuchera, que va, nada más con la excitante tanguita carmesí. Dicho en modo prosaico clásico tardío: nos conocimos y a la primera mirada nos enamoramos. En realidad esas miradas que nunca olvidamos, que nunca olvidaremos, se cruzaron en sentido biunívoco denotando incendiaras pasiones quizás por mutuas necesidades afectivas.

Es necesario y conveniente apuntar que el compañero Jerónimo -cuyo nombre verdadero era Doroteo Gómez Arias de profesión abogado- al poco tiempo –agosto de 1985- fue capturado en los alrededores del “Café de Don Pedro” de la Alameda Roosevelt por la terrorista policía nacional (PN) y asesinado -crimen de lesa humanidad que hasta este día permanece impune- en una ergástula del lúgubre y aciago palacio negro -cuartel central de la pervertida entidad policial- y que hoy sin haberle hecho “limpia” alguna por algún Itzae de Tajcuilujan, lo ocupan los mandos superiores de la policía nacional civil (PNC), esa surgida de los acuerdos de paz aunque ya no lo parezca.

Su pérdida más que sensible en esa coyuntura de reinicio del combate popular urbano, no se dimensionó a su totalidad, es más Fermán y Leo pretendieron minimizarlo con absurdos planteamientos de faltas a las medidas personales de seguridad.

Entonces no es extraño que el pique de mi “reinserción social” al inicio de la posguerra interminable, acorde a la más elemental lógica, se originó en aquellos años entre 1984-1987 por el poco ignorado hecho de mis llegadas con harta frecuencia a la fábrica, supuestamente enviado por la FENASTRAS, a impartir dizque charlas sobre sindicalismo, aunque en verdad mi presencia se limitaba a supervisar la fabricación en cantidades industriales de los valiosos y útiles “miguelitos” por órdenes del Comité Zonal Metropolitano de la RN-FARN.

Y pronto se originaron los rumores sobre mi presencia extraña pero no de mis objetivos precisos y llegaron en el aire no sólo a la patronal de la fábrica mencionada, sino a las patronales de la zona. Muy a pesar de la cautela y el hermetismo de los obreros afiliados al sindicato.

Los miguelitos eran unos artefactos fabricados con clavos grandes -de hierro- trenzados, retorcidos y soldados, de modo que 2 de sus 6 puntas filudas siempre quedaran hacia arriba y así tener la total seguridad de ponchar o sea pinchar las llantas de los vehículos de los cuerpos represivos.

Estas obras maestras de los obreros fabriles se regaban en abundancia industrial sobre las calles aledañas y por donde se movilizaba una manifestación popular y así dificultar la circulación de cuilios y soldados en son de reprimir y dar tiempo y oportunidad a los manifestantes de una retirada menos problemática.

¡Y yo de stripper en los años iniciales de la interminable posguerra, un comunista ateo consciente! con todo y pena anulé la afrenta más ignominiosa de recurrir a vender biblias de puerta en puerta. Lo de vendedor “sacro”, me exponía a muchas puteadas para ganar lo del sustento diario, cuya necesidad deriva de la infalible puntualidad del aguijón de la materia animada.

Es más lo que ganaba borró la mojigatería de “hombre nuevo” derrotado en el largo intento de resanar la sociedad criolla, pues a más de lo descrito, en cuanto al trabajo, no tuve otra cosa que hacer. Te lo digo no como excusa para esconder alguna incapacidad o falta de disposición y ni tan siquiera la “mala suerte”. Nada de enchufar con nadie y mucho menos enchutar el algo -de esa cosita objeto del deseo- a alguien por ningún lado, te lo digo sin pelos en la lengua a fin de evitar malinterpretaciones a las que sos tan proclive.

Agrego y así termino esta conversación de cuando laburé de stripper, diciéndote con plena honestidad que jamás hice “aquello” de lo que por mi ideología proletarizada nunca seré ni he sido capaz de hacer, sea o no vergonzoso para la ideología burguesa y que vos me parece imaginaste más de 7 u 8 veces en el transcurso de esta escueta conversación.

El tono de seriedad con que te hago el relato de mi período “stripper candente por necesidad” muy poco que ver con los momentos reales de cuando lo viví. Tal vez así te arrancaba algo de conmiseración. Sin embargo le he quitado todo asomo a la solemnidad para no dramatizar -ni un ápice- el asunto que casi ronda lo trivial. Pero te lo podía contar en tono festivo como de carnaval, pero no lo hice quizás porque temía que salieras diciéndome: “vez que sos un gran puto cara de concreto y además insolente”.

La pura verdad es que no te quería contar “chistes” a costa de mis infortunios posguerra y mis chéveres salidas de los problemas.

El divertido “trabajo” se reducía -de principio a fin- a producir a chorros -no a gotas- tanto sudor, de modo que una corriente se deslizara intensa por el pecho y se introdujera por debajo de la diminuta tanga sobre los genitales externos medio ocultos a la vista ansiosa de las cultas damas y que otra lo hiciera por la espalda para escurrir sobre las nalgas descubiertas de modo hacerlas brillar por efecto de la combinación de luces y sudor. Eso le imponía al “trabajo” el rasgo erótico sin llegar al bochorno de la pornografía.

Si supieras la cantidad de gordas que llegaban a diario -pasando sin transiciones, del aburrimiento a la exaltación- queriendo ocultar sus enfados y a desatar inhibiciones, encandiladas con la agitación del baile de estremecedores ritmos caribeños. Tantito más y me hubiese sentido abusado.

Lo bueno de esta experiencia con las desatadas obesas -habituales clientas del bar- es que me quedó como maña refinada el ser atento y cuentero con todas las mujeres sin distinción y en eso está el sostén para algunas ligeras opiniones que tienen de mí gentes que apenas me conocen y que vos las sustentás sin cerciorarte y yo no tengo más que lamentarlo.

Parece que aquí se me robustecieron mis hábitos de animal nocturno, tan característico y ahora conocidos, con la salvedad que desde niño me gustó mucho más la noche y lo reconozco sin ambages. La noche crea más rincones donde esconderse. De ahí -con la excepción de las horas diurnas disponibles para los asaltos bancarios- la mayor operatividad guerrillera, principalmente la urbana, fue en horas de la noche.

No obstante toda esa experiencia práctica de sensual cordialidad y gentileza como stripper por casi 2 años, las gordas de todos modos no me gustan y de veras me dan tremendo asco.

El plus del período “stripper candente por necesidad” ha sido que conocí 2 buenos amigos -un matrimonio heterosexual y feliz- a los que muy de vez en cuando les hablo y ellos también. Él era el stripper y ella su principal fan.

Todas fueron cosas que irremediable, endiablada e irrefrenablemente me fueron conduciendo a vos. De ahí mi entusiasmo irrestricto y poco convencional con ellas -me refiero a las gordas asiduas clientas del cabaré- y las discretas complicidades que nos aunaban, entre el filo de la medianoche y el amanecer tropical con encarnados tan subversivos y provocativos.

Y fui prescindiendo de participar en la politiquería criolla y afinando el reinicio de mi vocación y oficio literario, que no tardé en asumirlo.

La explicación de los cambios de actitud que se dieron en mí para mantener la calma e íntegra mi fidelidad a la ideología del proletariado industrial, está en que hubo un cabrón dizque compa -de esos venidos a más con las firmas- que adrede me borró de toda lista de combatientes a desmovilizarse, trámite previo y obligatorio para recibir las limosnas dispuestas para ello, luego de la genuflexión respectiva.

A lo mejor si me desmovilizo no le doy reinicio a mi oficio literario. ¡Cabrona la dialéctica de la Vida!... pero vale la pena vivirla con intensidad, sin defenestrar -renegando- los principios.

Es que contemplé bien de cerca... ¿por la gran puta qué digo? ¡Si la contemplación es un hecho pasivo sin acción y con la complicidad del dejar hacer y dejar pasar! y el sólo pensarlo me ahueva.

Mejor dicho. Observé impertérrito -aunque con gran asombro- la evolución de ese pendejo desde que era un tinterillo que circulaba a pie sobre zapatos cuyas suelas estaban con hoyos visibles desde el cielo arriba de cada paso, hasta su actual condición de engendro frankensteiniano con la estética y la ética establecida para tal monstruo de la condición humana permisible por la divinidad tutelar de moda... y arrasador ha sido en su espectacular y meteórica carrera al poder y sembrando vientos para cosechar con mucho dolor.

Antes que el Frente llegara al gobierno central, el tipo consiguió ser diputado por un par de períodos que le sirvieron como apresto en burocratismo pernicioso y llegar con credenciales apropiadas a funcionario de la más alta jerarquía en el ejecutivo gubernamental.

Es evitable el mal en todas sus expresiones, pero sin hacer aunque sea algo, nada sucederá. Digo hacer o actuar con prontitud y esmero. Por favor nada de orar con los ojos entornados o de encomendarle a la corte celestial en pleno la solución de los problemas terrenales y el aniquilamiento de las acechanzas de los 11,000 diablos infiltrados en los aparatos del estado. Porque del dicho al hecho hay mucho trecho.

Así las cosas, con todo y todo, he conseguido pasar con entereza TODAS las pruebas -no las “prebas” como dicen algunos funcionarios de gobierno- imaginables y también inimaginables, incluida la más difícil rayando en lo imposible: la derrota. Derrotado pero no vencido continúo en la lucha y donde la felicidad es mucha.

Planes de Renderos, 16 de abril de 2016 / 14 de abril de 2018.

 

Tomado de:

Les diré que llegué de un mundo raro (crónicas anticipadas de un paraíso desafortunado)

Luisfelipe Minhero

Copyright © 2018

ASIN: B07KPWNQNK

Publicado en Amazon: 10 enero 2019.

 

Luisfelipe Minhero.

Autor Independiente Salvadoreño.

Página de Autor Central: amazon.com/author/luisfelipeminhero

Mi tapial: https://www.facebook.com/Luisfelipe.Minhero/

eCorreo: luifelmartinez@hotmail.com

 

Promoción descarga gratuita del eBook “Les diré que llegué de un mundo raro (crónicas anticipadas de un paraíso desafortunado)”.

Inicio: lunes 15/noviembre/2021. 0:00 h (hora estándar del Pacífico).

Final: jueves 18/noviembre/2021. 23:59 h (hora estándar del Pacífico).


 

Comentarios

  1. Si viene de un mundo raro.
    De stripper a guerillero.
    Muy entretenida narrativa.
    Éxitos y felicitaciones.

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    Respuestas
    1. Más bien de guerrillero a stripper. Halagüeño el comentario, gracias.

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