El peligro en la mar del sur.
El
peligro en la mar del sur.
Cuento
de “La saga de los espejos”
Con el propósito de animarlos a adquirir, aprovechando el considerable descuento del 70% aplicado por Amazon, al precio de venta del libro de papel en rústica (pBook) de mi antología cuentística “La saga de los espejos”, doy a conocer en mi blog, otro de los cuentos de la mencionada antología. Para ir a la página del libro en oferta a continuación el vínculo directo:
www.amazon.com/gp/product/B087SHC9ST/ref=dbs_a_def_rwt_hsch
Vale
recordar que de mi novela “Motivaciones para un demoledor de mitos y
muros”, el respectivo libro digital (eBook) continúa en preventa, que terminará el 13 de mayo de 2022,
cuando será su lanzamiento global y cuyo vínculo es: https://www.amazon.com/dp/B09NHL8V4W
Atentamente,
Luisfelipe Minhero.
Autor Independiente Salvadoreño.
Página
de Autor Central: amazon.com/author/luisfelipeminhero
Blog:
luisfelipeminhero.blogspot.com
Féisbuc: https://www.facebook.com/Luisfelipe.Minhero/
El peligro en la
mar del sur
El refinado comandante guerrillero siempre estaba viviendo la constante y angustiosa alegría que -sin que para que- se le alborotaran e irrumpieran -desprovistos del mínimo recato “pobretario”- los sentimientos escondidos y las emociones reprimidas en tantos años que llevaba guerreando en el país(ito) autoproclamado salvador del mundo y... con todo respeto su proceso de proletarización científica rodara sobre el unitario escarnio orgánico, es decir se hiciera mierda ante moros y cristianos dogmáticos enfrentados internamente, causando los males mayúsculos.
Las
tentaciones mayores le llegaban en las frecuentes y emocionantes misiones a las
inestables o más bien imprecisas fronteras donde los traficantes de armas
establecían las oscuras reglas y disponían las provocadoras ofertas de letales
fierros por lo demás urgentemente necesarios para devolver la vida al
país(ito), en inadmisible conjura abierta desde hace unos años. A veces -tales
tentaciones- se trocaban en sucedáneos del amor indescriptible o del odio
destructor.
En
razón de sus tareas y responsabilidades guerrilleras había tenido que salir a
una mueva misión logística al cercano extranjero costarricense. Nomás abandonar
la terminal aérea “Juan Santamaría” por donde arribó a la capital tica, el
comandante guerrillero se percató -por enésima vez- de los abundantes y
especiales encantos que por los 4 costados desperdigaban las tiquillas mulatas
de piel cobriza y temperamento volcán, únicas en el universo sutil de la
belleza y abundantes en Costa Rica, pero concentradas en su mayor número de
representantes en el valle o meseta Central, área donde realizaría la mayoría
de acciones de la misión que tenía en desarrollo. Pero ahora al comandante
guerrillero se le configuraba un entorno perfilado por la perspectiva de una
inédita y amena emoción proletaria en el breve lapso previo a precisar la cita
donde definiría el bisnes de armas en cierne con un pulcro traficante inglés,
para luego dirimir festivamente las cuestiones de carpintería.
El
mercachifle anglosajón traficante de armas propuso la cita para el oportuno e
inmediato sábado a la una y ½ de la tarde en un suntuoso restaurante francés
localizado en una esquina del Paseo Colón, exótico incluso en la europeizada
capital tica. Sin duda el marchante de armas quería apantallarlo con un
cortesano refinamiento, innecesario y sin duda fuera de lugar. “Revira y
contra, ya se verá quién apantalla a quien” se dijo el optimista comandante
guerrillero.
Al
comandante guerrillero le parecía ese restaurante francés una suntuaria
incongruencia impostada con poco afán de autenticidad puesto que en San José de
Costa Rica la democrática prosperidad rebalsaba exigua. El comandante concluía
tal razonamiento comparando el restaurante francés con el ambiente nocturno en
"Los Lechones" donde la música del caribe tico recibía a los
concurrentes nomás entrar y sin protocolos cortesanos europeos. Música en un
constante nacer: borbollones de negras sincopadas rociaban el ambiente desde un
portentoso trío de Puerto Limón y penetraban los agujeros de la sensibilidad
que predisponen la voluptuosidad.
En
“Los Lechones” meses antes el comandante guerrillero conoció a la bella mulata
Nazaria Lanvin con su sensualidad abundante de efluvios de ron oscuro, dulce y
pegador. Esa noche Nazaria intentó moderar sin concesiones la liturgia de su
belleza tratando de no perturbar al comandante. Ello, al Comandante
Guerrillero, le abatió las últimas murallas y trincheras del recesivo sentimiento
de culpa acuñado en los catecismos doctrinarios cristianos impertinentes con su
vigente proletario despertar. Sentimiento -dado a falsas sensaciones de pecado
carnal- que le provocaba erecciones incontrolables muy a pesar que imaginaba
ignorar el por qué. Vívidamente recordaba que de cipote al ver pasar alguna
cipota coscolina en shorcitos floreados -mientras atalayaba desde el balcón que
le correspondía al 3º “A” de primaria- de súbito experimentaba un cosquilleo bien
galán en la puntita en desarrollo y se ponía bien cuilio. El balcón en la 2ª
planta del salesiano Instituto Santo Tomás, le daba una nítida vista a la calle
y con toda comodidad pagana conseguía ocultar su fisgonear de infantil lujuria
tropical, menos al padre Director que enseguida -iracundo y compungido- lo
llamaba aparte para hacerle ver en privado, sin avergonzarlo delante de los demás,
la astucia del demonio de la carne. Dantesco el padre Director le explicitaba
el sufrimiento que causaba a “Nuestro Señor” la debilidad del espíritu humano
ante los ataques del avieso demonio. El entonces futuro comandante guerrillero
se quedaba sin entender la razón de la reprimenda del padre Director, pero aun
así, un preciso concepto de justicia fue adquiriendo.
Era
entrando el comandante guerrillero a “Los Lechones” y una sobrecogedora versión
de algún bolero se sobreponía: “♫♪cada ♪♪noche ♪♫un amor♫, distinto amanecer♫♪, diferente visión♪♫ y una
nueva emoción le nacía
desde la profundidad del sentimiento en esas incursiones a la dermis del placer
para aliviarse de la intransigencia de la pureza impunemente retroactiva
montada sobre un idealismo inventado a propósito del primer y único amor habido
antes -en su primera juventud- y quizás por haber en su vida. Con esas
incursiones dérmicas disfrutaba de la temporal tregua que tan esplendorosa le
otorgaba San José de Costa Rica.
Haciendo
de tripas corazón, el comandante guerrillero invitó a Nazaria -la más bella
antropóloga e inteligente antropófaga del mundo- descendiente mulata de las
aguas atlánticas de una normanda de Cherburgo y de las mieles oscuras de un
cimarrón mambí. El amanecer de amor en que fue engendrada Nazaria es el punto
exacto donde se inicia y funde el culto Caribe yoruba con el culto al maíz. En
un Puerto Limón de vibrante y religiosa voluptuosidad maravillosamente pagana.
A
24 años de su nacimiento acompañan a Nazaria 180 centímetros de estatura, 0
absoluto de estrías y celulitis y 123 libras de peso cuando -completamente
desnuda meditando a la orilla del mar- fija sus luminosos ojos de imprecisos
verdes en la calma búsqueda de un macho musical a su medida y conveniencia.
Para entusiasmar más al comandante guerrillero, Nazaria Lanvin se expresa en el
idioma esencial del amor. Tierno y gentil el comandante guerrillero asume
musical y persistente voluntad y vence la timidez.
El
comandante guerrillero experimentaba por Nazaria un inquietante sentimiento y
una emoción oscura que le causaban temor por las intensidades huracanadas a los
que prometían llegar y que le amenazaban terminar por siempre la prístina
libertad en amores que gozoso vivía hace mucho. El comandante vivía en el
indefinido e impreciso celibato muy particular que permite la lucha en la
clandestinidad y que disfrutaba sin caer en lamentables vicios sucedáneos que
pueden nacer de la soledad. Siempre había una simpatizante con la causa
proletaria dispuesta a incursionar en la soledad del comandante guerrillero.
Minutos
antes de comenzar la pendiente escabrosa de los previos inmediatos a la cita
con el mercader, al egregio comandante se le ocurrió hacerle pagar al flemático
traficante inglés, el lujo tropical del deleite de ver a Nazaria tan de cerca,
por lo pronto con la íngrima cuenta del consumo en el refinado restaurante
francés sobre el Paseo Colón. Un trillado y costoso almuerzo de platos de la
cocina francófila que Nazaria lo haría excepcional -en particular a él- como
las noches iniciáticas en “Los
Lechones”.
Justo
39 minutos antes, Nazaria y el perspicaz comandante, iniciaron las precavidas
vueltas revisando los alrededores, tal como el manualito soviético de seguridad
le recomienda a todo apremiante aprendiz de conspirador. Cumpliendo con rigor
tales medidas de seguridad para esa clase de trances, ambos cuasi-enamorados
tenían que entrar y salir del lugar del conecte unos 7 minutos antes que el
individuo a contactar. Pero esta vez, corriendo un riesgo adicional, decidieron
entrar al refinado restaurante francés con salvadoreña ½ hora de anticipación.
Acto alentado por la prevista llegada puntual del mercader.
Así
-la pareja cada segundo más enamorada- podría tomar a solas un aperitivo
francés y disfrutar el instante de serena tranquilidad creando un pretexto
inédito para prolongar el momentáneo aislamiento como seres a punto de
cohabitar en el prodigioso misterio de siempre. Momentos deseados y preciados
como se desea y precia la libertad.
Nada
parecía indicar la posibilidad de una delación, de un dedazo artero, de una
escondida trampa mortal. Pero el miedo por algún imperceptible error estaba
presente. Además en esta misión intuía la presencia difusa del enemigo. El
solícito y afeminado mesero, el joven con pinta de ganadero guanacasteco
acompañado de una simpática y agringada
muchacha, la pareja con señales de media vida tediosa y arrugada en
común y pinta de comerciantes judíos. Todos le parecían agentes de la Interpol,
la CIA y el Mossad.
Claro
que el no llevar encima el dinero del negocio -prometido a entregar cuando el
intuitivo comandante estuviese de regreso a El Salvador- era garantía para no
tener dificultades inmediatas. La escandalosa (por exótica, sublime y rompedora
de todos los esquemas) belleza de Nazaria configuraba otra garantía de éxito
seguro. Evidente atracción -dramática y turbadora- provocaba Nazaria en el frío
traficante inglés y que lo hacía incapaz de dañarla o herirla ni con el pétalo
de una flagrante flor. También el temor de una drástica represalia guerrillera
inhibía de mal actuar al mercader inglés.
Para
la terminación cordial del almuerzo, Nazaria y el enamorado comandante
guerrillero, pidieron unas sugerentes copas de Grand Marnier, pues la ocasión
se convirtió en una precopular coyuntura soleada y feliz. Amén que se dicen en
abundancia, refinadas propiedades afrodisíacas del Grand Marnier.
Los
aperitivos franceses de la alucinante ocasión, por supuesto también los cargó
-con mucho agrado y satisfacción a su cuenta de gastos- el nítido, pulcro y
amanerado traficante anglosajón. Durante la comida, el Comandante Guerrillero
definió -acorde a las instrucciones recibidas de sus jefes- otra compra de
armas por una aproximada bicoca de 456 mil dólares estadunidenses en billetes usados
y no correlativos a ser despachados desde San Salvador en un plazo no mayor de
15 días una vez verificada la calidad de las armas. Era el único riesgo que
corría el culto traficante de armas con la meticulosa organización guerrillera
en cuestión.
Pastosamente
fue diluyéndose la conversación en la fruslería del negocio llevado a término
feliz. Nunca se imaginó en boca del traficante británico el entusiasmo verbal
en apoyo a la justeza de la lucha del Comandante Guerrillero y camaradas y de
cuyos ojos azules salían destellos con lumínicos y satisfactorios signos del
dólar patrón causantes en parte de tal adhesión moral. En verdad, al
traficante, una frenética y trémula emoción le totalizaba la felina prestancia
de Nazaria.
A
Nazaria ya le causaba espantoso aburrimiento continuar oyendo la cháchara del
fierro-traficante inglés simulando sentimientos contrarios a los que realmente
tenía y sentía y que con seguridad hace 4 meses ni se percataba de la
existencia del país(ito) tropical empecinado en ser salvador del mundo
embargado del trauma de sólo poseer playas en el pacífico mar del sur.
Felina,
Nazaria, le recordó al Comandante Guerrillero de un compromiso esa noche en
Puntarenas (ciudad). El comandante se inspiró y se sirvió de oportuno pretexto
para lamentar el corte de tan fascinante conversación.
El
masoquismo recesivo y espiritual del comandante guerrillero no alcanzó la
satisfacción mítica de un místico dolor. Ni por el negocio con el mercader ni
por tan siquiera un mínimo despecho o desprecio del oloroso amor de Nazaria.
Aquel
se cerró con el magnífico almuerzo y éste con unas intensísimas y vespertinas
copulaciones para ir a engendrar -siempre maravillados- el amanecer a las
playas morenas de Puntarenas. Sin romanticismos heroicos, ambos -el negocio y
el oloroso amor- culminaron en otros instantes atemporales de felicidad.
La
relación con Nazaria -que le alejaba la opresión lúgubre del malestar- iba en
una espiral deseada en lo más hondo, por el comandante guerrillero- como
indetenible e irreversible. Sus respectivas convicciones decidirían hasta donde
la iban a llevar. Para mientras sería necesario no decir la verdad a los
“purísimos” y dogmáticos camaradas incapaces de amar con toda libertad e intensidad
y sin agonías mediocres continuar siendo felices a plenitud, ella -Nazaria- y
él, en tanto fuese posible. También habría que inventar geografías expresas
para teatro de operaciones amatorias a salvo de la iniquidad que por cierto no
era lo más difícil.
San
Salvador, 5 de junio de 1994.
Luisfelipe Minhero.
Tomado de:
La saga de los espejos
Luisfelipe Minhero
ASIN: B0875X7656
Publicado en Amazon: 1 mayo
2020.
Luisfelipe Minhero.
Autor Independiente
Salvadoreño.
Página de Autor Central: amazon.com/author/luisfelipeminhero
Blog: luisfelipeminhero.blogspot.com
Féisbuc: https://www.facebook.com/Luisfelipe.Minhero/
Comentarios
Publicar un comentario