Cosas de hombres (novela). Párrafos del Capítulo 3.
Cosas de hombres (novela)
Párrafos del Capítulo 3.
Por Luisfelipe Minhero
Al divulgar párrafos del capítulo 3 de mi novela “Cosas de hombres”, espero promover el sano deseo de su lectura. Y a decir verdad, muy fácil de satisfacer, estando publicada por Amazon KDP en formatos de libro digital (eBook) y libro de papel (pBook), con otros 11 de mis libros.
Atentamente,
Luisfelipe Minhero.
Autor Independiente Salvadoreño.
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Carátula y contracarátula de la edición en papel.
Foto y diseño de
Guillo Martillhoz)
Cosas de hombres
(novela).
Capítulo 3 (párrafos).
Fin y principio de siglo y milenio, pero
respecto a aceptar singularidades, la humanidad en el país(ito) sigue igual que
siempre. ¿O peor? con seguridad que sí. Aunque no fue precisamente por eso que
Adolf Hirst Arrieta, esa noche no dejó de estremecerse a fondo cuando se
percató que nuevamente y por 5ª vez se había quedado solitario,
quintaesenciando la incomunicación. Regresaba íngrimo, del jolgorio artificial
de bares y discotecas de la tóxica Zona Rosa de la colonia San Benito donde en
las antiguas y opulentas mansiones de la oligarquía cafetalera, hoy son otros
quienes las habitan y quienes las frecuentan... y llegaba al desalentador
ambiente de su extravagante recámara nupcial de soltero cada cierto tiempo, ya
casi como vino al mundo, porque en el camino fue tirando playera Polo, zapatos Florsheim casuales y pantalón Perry
Ellis, calzoncillo y calcetines esa noche había decidido no vestir. La playera
y el pantalón siempre de un emblemático color negro, que le daban un semblante
vampireso de misteriosa atracción cuando iba a discotequear a la zona tóxica,
afirmaba. Al entrar a la recámara ya nomás vestía reloj Omega, 2 anillos
Cartier y cadena Oriani; por supuesto que todo lo dorado estaba confeccionado
en oro de 18 quilates. ¿Era la expresión patéticamente refinada -pero con el
toque del discreto encanto de la burguesía clasemediera criolla en decadencia-
de un acto de protesta o desahogo existencial contra a saber qué putas y quién
sabe sí en solidaridad con el proletariado industrial salvadoreño?
Acto pueril por cierto. O sólo era la manera, que sentía la mejor, para despedirse de un siglo cabrón y recibir otro que se pintaba peor. Sin apegos materiales, sin ataduras deontológicas. Mas con relación a afinidades ideológicas en versión poco libre de encule perro, vertiente seximental al tope, quedaba ubicado en su 5º patio trasero y quién sabe si estaba libre. Justo 2 semanas antes, con toda la serenidad que el mundo y la sociedad otorgan a los triunfadores, había decidido no asistir a la fiesta del fin de año -que tradicionalmente reunía a su familia es decir sus padres, 2 hermanas y 2 hermanos- alegando que la ausencia de su novia le provocaría tristeza hasta con amagos de llantos que en público, aun entre la familia y sus seres queridos anexos, prefería no expresar. La excusa le fue más que propicia para poder reunirse con su amigo sin despertar incómodas suspicacias y con él y nadie más, recibir en absoluta intimidad el nuevo siglo.
Pero algo había fallado y con esta nueva soledad que le acompañaba se dio cuenta por fin que no podía recurrir a un languidecer con bríos de estrella muda para irla pasando con engaños piadosos consigo mismo. Aunque pareciese algo sobrenatural, las soledades se le habían ido intercalando en el lapso de los últimos 18 meses de su vida y no las pudo evitar, incluso la de ahora y lo hacían convencerse que debía reflexionar en serio sobre sus orígenes, no de clase, sino a las referidas soledades múltiples que en seguidilla perniciosa le estaban cayendo... absurdo era no considerar que en última instancia se trataba de una expresión muy pero muy sutil de la actual lucha de clases en el país(ito)... su razonar académico se lo indicaba con meridiana exactitud.
Se trataba, desde 15 días atrás, del 5º intento de reunirse con su amigo del alma, por lo que le cargó al hecho, premoniciones cabalísticas basadas en una enredada “metaciencia numerológica” a la que era muy “adipto”. Después de una tensa hora de espera en el bar del “Paradise”, donde habían quedado en verse para despacharse un par de tragos y aligerar el espíritu, decidió itinerar sin ruta preconcebida, como tantas veces lo habían hecho, de chupadero en chupadero. Abrigaba la ingenua idea que esa búsqueda no sería infructuosa. Después de 13 chupaderos visitados, aceptó que era un esfuerzo en vano, por un gusto impúdico de dilapidar el tiempo y decidió mejor irse a casa aun cuando la noche tóxica apenas empezaba con un par de líneas. Sordo estaba esa noche a los insistentes llamados de los puchers del níveo polvillo de las uñas del dragón, con el que solía navegar sin naufragar las tempestades oníricas en el Mar de los Vergazos de la capital del país(ito) a la vanguardia en materia de tercermierdismo epistemológico.
Decidió hacer lo más largo posible el trayecto entre la tóxica Zona Rosa y su apartamento en La Sultana, sin la idea de aventurarse en los peligros bizarros y propios del centro de San Salvador y que tanto le atraían. Bajó por la empinada calle La Reforma hasta topar con la Alameda Manuel Enrique Araujo por la que ya fluía un tropel inusual de carros con seres ávidos de llegar a casa antes de la medianoche con la que terminaba el 2º milenio de la cristiandad y se sintió un apóstata muy desvalido. Siguió por la Alameda hasta donde cambia de nombre y adopta el pro imperialista de Alameda Franklin D. Roosevelt y además el tráfago aumenta. Cuando llegó al Bulevar Los Héroes, ya el alcohol en el cerebro le había bajado lo suficiente como para satisfacer las incipientes ganas de mear y enseguida decidir cruzar a la derecha y cortar la tentación de ir a Soyapango a buscar al Sirra. El Bulevar los Héroes se convirtió de repente en la frontera final a sus deseos concupiscentes que lo llevaban hacia el Sirra. Espartanamente, casi emulando a Tomás de Aquino, decidió continuar sobre la prolongación del Bulevar hasta llegar al Meadero Memorial o Monumento al Hermano Lejano donde con toda decisión enfiló su carrito europeo convertible de usa cincuenta mil dólares (us$50,000.00) más IVA sacadito de la agencia concesionaria local y no traído del norte, emblema vial de su condición económica, por sobre el Bulevar de Los Gordos, oficialmente bautizado Bulevar de Los Próceres; donde a esa hora, muerto el trajín del día, muere cualquier tentación por el placer. En la nocturnidad, el dichoso bulevar se vuelve una representación bastante exacta del más letal aburrimiento de vivir. La causa de tan mortecina nocturnidad es probable sea la cantidad de ventas de hamburguesas y carros -nuevos y usados traídos de usa por mojados osados y tranzas sin dejar de ser pendejos- que sólo durante el día convocan a ese prosaico consumismo “made in usa” en remedo de la alegría de vivir. De noche, el dichoso bulevar, se ahoga en la tristeza y ni siquiera una pinche pupusería sale al paso para amagar alguna pena de amor proclive a tragedia griega en versión nacional. La travesía por el Bulevar de los Gordos fue tan rauda que sólo se percató del tiempo utilizado cuando llegó al portón del condominio y tuvo que darle clic al control remoto para abrirlo, sin embargo tuvo conciencia para sentirse ofendido por enésima vez a causa del mal gusto casi mortal de los tutumustes diz piezas escultóricas que le dieron el nombre popular al bulevar. En total, 13 minutos habían transcurrido desde la Zona Rosa. Si hubiese optado por un recorrido más corto pasando por la San Francisco sin llegar al Bulevar Los Héroes, a lo sumo hubiese ahorrado 8 minutos y el torbellino en el cerebro no lo habría podido aminorar. La presencia mental del Sirra le sería más pesada y de seguro habría decidido ir a buscarlo a Soyapango. Los 8 minutos adicionales le había apartado los pensamientos lujuriosos.
Novela escrita en San Salvador, 1 de setiembre de 2001 – 12 de enero de
2002.
Revisada y corregida: 6 de marzo -20 de abril de 2019.
Luisfelipe Minhero.
Autor Independiente
Salvadoreño.
Página de
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Blog: luisfelipeminhero.blogspot.com
Video “Libros de grandes escritores Autopublicados o con Editorial”:
www.youtube.com/watch?v=SAZ5McowGh0


Una de mis intenciones al escribir “Cosas de hombres”, es que su lectura no permitiera la indiferencia, por lo polémico de la temática y lo absurdamente real del desarrollo de su trama. Cultivando jardines, se descubre la paradoja que se pueden escribir sórdidas escenas de “sexo duro”, explícito y sin “protección”, si se tratan con cierto barroco tropical aire de elegancia . Con todo, “Cosas de hombres” ,no es una apología de la homosexualidad, ni pretexto para la homofobia. Es en verdad un alegato contra la injusticia, la intolerancia, la opresión y la violencia.
ResponderEliminarAtentamente,
Luisfelipe Minhero.
Autor Independiente Salvadoreño.
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