Divagación sobre mi novela en revisión y corrección, finales.

 

Divagación sobre mi novela en revisión y corrección, finales.

Unos de sus párrafos… he aquí disgregados.

Por Luisfelipe Minhero

 

Dedico mi esfuerzo principal a revisar y corregir la que será -por cosas del tiempo, “el implacable, el que vendrá”- mi última novela, que publicaré entre diciembre de 2024 y febrero de 2025… justo antes que embarque en el ineludible viaje de aquí a la Luna, pa’luego (a)Marte.

La estructuré en tres (3) bloques narrativos, en apariencia inconexos y quizás un tanto desconcertantes.

A fin de aligerar mi “equipaje” -a llamaradas de mil (1,000) grados Celsius- ya me deshice de la mayoría de los libros que escribí, entre la posguerra interminable y la posp(l)andemia alucinante. Serían un estorbo para abordar el viaje a la Luna y de ahí (a)Marte.

Los incinerados son mucho más que los publicados. Dos o tres (2 o 3) se me han escabullido y todavía sobreviven, no por muchos días.

De los de antes y durante la guerra, se encargaron las nefastas y neuróticas: guardia nacional, policía de hacienda y policía nacional (gn, ph y pn). Desalmados e infames cuerpos represivos -las veinticuatro (24) de los siete (7)- al servicio del sátrapa de turno.

No corrieron tal suerte los de la posguerra y la posp(l)andemia, escritos entre 1993 y el presente año -unos veintiocho (28) en total, pues tales desalmados e infames cuerpos -represivos- al ser disueltos por mandato de los “acuerdos de paz” en teoría dejaron de existir y el sustituto lo hace a escondidas por falta de la debida pericia… ¡todavía!

Para el viaje de la Luna a Marte existen varias opciones.

Míriam M. Ramírez en su novela “Supongo que sí la maté” -a mi parecer, con novedosas reminiscencias de “Crimen y castigo” y en especial de Raskolnikov- aporta once (11), Virginia Woolf y Sylvia Plath una cada una y Ernest Hemingway agrega otro, el más ruidoso por cierto. Los mencionados todos son escritores destacados, lo cual no es casual ni voluntarioso.

Sin aparente relación -pero sí- con el texto que las precede, las fotos partícipes en esta entrada, ilustran una noche de ronda y divierta en La Habana hace un par de años, cuando fui a conocer al nieto nacido en ella, para mí, una de las tres (3) ciudades más vivibles del mundo: por su gente, arte, cultura, historia y prosapia donde se me ocurrió la idea germinal de la novela que pronto será mi libro número trece (13) publicado.

El “Parque John Lennon” está situado frente al bar y viceversa -ambos en El Vedado- y me llevaron los cheros de mi hijo padre del nieto nato de Cuba.

A ese nieto lo incorporo en esta mi última novela como personaje protagónico del capítulo uno (1), pero con la edad que tiene ahora, o sea en su primera () juventud. Ya no vive en Cuba pero nunca ha venido al país(ito).

Atentamente,

Luisfelipe Minhero.

Autor Independiente Salvadoreño.

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Pidiendo instrucciones a John Lennon en el “Parque John Lennon”. La Habana.


Con las instrucciones de J. Lennon -en el “Submarino Amarillo”- a 666 metros de profundidad.

 

Párrafos de la que será mi última novela.


Esto sin duda será un molesto monólogo interior del que preciso deshacerme a la mayor brevedad aun sea lanzándolo al viento, pero del cierzo, cuya apabullante frialdad se lo llevará y a lo mejor encuentre oídos que lo escuchen con mucha atención.

Pero no sin antes decir cosas que de otra modo no diría, porque nunca he podido descifrar, pero hoy lo estoy haciendo, por el gran poder de captación que la viejez me ha otorgado. El por qué, si es que hay aunque sea una puta causa o razón, siquiera la soñara.

 

¿El suicidio?... llegará para mí en su oportunidad, su ocasión, su momento… sin rechazo, pero tampoco solicitado… ¡¡¡nomás llegará!!! ¿Será mi sublime expresión artística, para nada melodramática ni sensiblera? El suicidio, en principio debe ser considerado un arte dramático en extremo, que reivindica la libertad individual y manifiesta cierto trágico malestar social en aumento -día a día- si las causas que lo motivan no son corregidas… Pero además… el suicidio debe ser una reivindicación política para toda persona en su mayoría de edad: cronológica, sicológica, emocional e intelectual. Sin obstáculos inventados más allá del deseo y la voluntad personales, de modo tal, que quien quiera disponer de su Vida a su albedrío, lo pueda ejercer con dignidad y completa libertad. Total la Vida es el único bien que nos pertenece en la vida, trágica redundancia y… de manera individual y personal a cada quien y... para el caso no tiene la menor importancia, que el suicida haya nacido en un parto múltiple y por lo mismo pueda considerar compartida su vida como bien común.

En la miserable avaricia del capitalismo, en definitiva me parece una decisión valiente y digna, siempre y cuando no sea para eludir la realidad y la verdad. Amén de una sólida demostración de discrepancia antagónica con el sistema de valores o ¿antivalores? que propugna el capitalismo, desde sus orígenes.

La ocurrencia de esta que será mi última chonguenga melodramática es probable me sucedió porque ayer fue la primera () vez en mi sustanciosa vida que salí sin itinerario y por supuesto sin objetivo definido, sin rumbo cierto y sin jerarquizar esfuerzos. Cada vez más consciente que ya tengo más de dos (2) décadas de estar viviendo de fiado y el única modo de honrar las deudas -principalmente las de honor- es pagando. La edad ideal para morir ronda está en derredor a los treinticinco (35) años de edad (cronológica, sicológica, emocional e intelectual), esto a mi heterodoxo parecer.

Entonces, me estoy tomando mi tiempo, para organizar mi muerte no sólo como protesta sino como refinado espectáculo público gratuito, a fin de ahincar la ironía que como muerte auto inferida adquiere, ante el cada vez mayor número de personas -principalmente viejos (hombres y mujeres) superviviendo con míseras pensiones entregadas en mezquinas cuotas mensuales- que se ven en la disyuntiva diaria de comer, aunque sea una vez por día o… tener vivienda digna (propia, alquilada o todavía en promesa de venta con alguna institución financiera)… “cuando en son de venganza venga por mí -la calle o el hambre- será demasiado tarde para hacer algo”.

Yo hago esta protesta pública en el atrio de la catedral metropolitana, recordando de paso tiempos gloriosos, antes de verme en tal situación -¿comida o techo?- en la medida que la crisis económica y social ineludible se agudiza más y con más celeridad y reduzca sin descanso las posibilidades de mi pírrica pensión, lograda por más de veinticinco (25) años de cotizaciones laborales debidamente aportadas… en esos años no están incluidos cuando ya en la clandestinidad continué trabajando a medio tiempo entre 1976 – 1979, pero… volví a cotizar a partir de abril de 1993, en razón de los trabajos eventuales que conseguía y lograba irla pasando al modo “coyol quebrado, coyol comido”, mientras iba asumiendo el pago sistemático de las deudas económicas y de honor, acumuladas en los iniciales años de la posguerra interminable.

De seguro que este conservador país(ito) al extremo, considere el emocionante “espectáculo” de viva muerte a todo color y anunciada en vivo de muy subrepticio modo, como una primera () demanda reivindicativa pública, para pedir una muerte asistida, a solicitud libre y soberana de alguna persona interesada y… se tomen de inmediato las medidas pertinentes para legalizar tal reivindicación como un derecho humano ineludible e inalienable y… si los mojarros norteados quieren opinar, pues que se ganen el debido y mínimo respeto, ante públicos comprometidos con la Verdad y la Justicia.

Aprovechando la oportunidad, somos tres (3) quienes estamos preparando la coreografía del refinado y breve espectáculo público gratuito. Un sábado glorioso (no de gloria) nos presentaremos a eso de las 16:32 horas, ya con el frescor de la tarde tropical.

A nuestras espaldas habrá unos letreros para que no se dude la motivación del “happening”.

El texto para la manta de unas once (11) yardas de longitud y dos (2) de ancho: ¡¡¡Gracias a la Vida que me ha dado tanto!!!

A cada lado de la manta, sendas pancartas, cada una con el texto:  Muerte lenta y penosa para los sátrapas de turno.

 

Durante la guerra en Vietnam, el exigente suicidio tuvo intensas y abundantes expresiones con los monjes budistas que se inmolaban en Saigón, prendiéndose fuego en protesta por la intervención, en su país, del imperialismo yanqui y sus aliados.

Yo lo intenté por otras vías durante más de veinte (20) años, con el pretexto de gestionar la insurgencia armada en el país(ito) cacorro y guerrear por breves momentos en otros países tropicales. Varias veces estuve a punto de morir y no lo conseguí. Presiento que ya perdí la oportunidad y a mi edad, más sería un acto de equilibrio cósmico o ¿cómico? y sin princesa Micomicona de testigo acompañante. A mi parecer, la edad ideal -cronológica, sicológica, emocional e intelectual- para suicidarse anda entre los treintidós y treintiocho (32 y 38) años.

Imagino que de ahí surge la motivación en los escritores (hombres y mujeres) y… hay una larga nómina de escritores geniales que optaron por el suicidio y me parece que sólo para resolver el último y definitivo arcano, ese que la Vida intensamente vivida, ofrece como su grande y antagónica contradicción, aunque sea la última: la Muerte. Por cierto el corolario digno de una Vida creativa.

Quizás algo muy parecido a un viaje a Marte, sin regreso hoy por hoy, dada las condiciones impuestas por los limitados recursos energéticos para impulsar largos viajes más allá de la atmósfera terrestre.

Recursos que la humanidad ha logrado industrializar para apenas impulsar artefactos en esos viajes, en la vecindad del sistema solar, a no más de cien mil (100,000) kilómetros por hora (kph). Y las distancias astronómicas eso son y se miden en años luz, donde ni se atisba la presencia de un dios creador.

Como casi todo el mundo sabe, la luz viaja a trescientos (300,000) mil kilómetros por segundo (kps)... o sea 18,000,000 kilómetros por minuto (kpm), igual a 1,080,000,000 kph. No obstante la luz del Sol, la estrella de nuestro sistema planetario, tarda en llegar a la Tierra unos breves ocho (8) minutos, lo que yo me demoro en llegar desde casa a la cafetería delicatessen D’La Palma Café, ahí por El Cafetalón y… Marte está mucho más cerca de la Tierra que el sol… entonces en un artefacto que viaje a la velocidad de las luz se estaría amartizando (suena bonito este verbo “amartizar” y sus diferentes modos) yo opino que antes de haber salido o… en cosa de un par de minutos, lo que lleva al gran problema técnico de amortizar la caída para que nave y tripulantes salgan ilesos y puedan volver.

 

 

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Luisfelipe Minhero.

Autor Independiente Salvadoreño.

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