La propedéutica de la didáctica. (Novela). Fragmento del capítulo “De la memoria histórica”.
La
propedéutica de la didáctica. (Novela)
Fragmento
del capítulo “De la memoria histórica”
Me anima el propósito de promover la lectura de mis narraciones (cuentos y novelas), el publicar fragmentos de ellas en mi blog. Para el caso de ahora es un fragmento de “La propedéutica de la didáctica” cuyo vínculo a su página en Amazon es: https://www.amazon.com/-/es/Luisfelipe-Minhero-ebook/dp/B07FX64BKG
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Luisfelipe Minhero.
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Es que enviudar con
4 meses de embarazo, sin duda es el colmo del sufrimiento que, a una mujer
jovencita, bella, cálida y sensual, el destino le puede infligir. Las nuevas
declaraciones de amor no encuentran oídos sordos.
Aconsejada, fue
ella, por el frío de la soledad en el calor vaporizante de la ciudad de San
Miguel de la Frontera. Tanto es el calor que el temporal con que se inicia la
estación lluviosa de ese año -que conoció y se desposó con el joven agente
viajero de “H. de Sola y Cía.- produce un vapor de baño turco asfixiante,
resultando un vaho espeso que por días, a veces por semanas, cubre a la ciudad
y envuelve a sus habitantes con un calor espeso y visible. Los chorros de las
tormentosas lluvias en su caída no tan libre, se vienen transformando en pesado
vapor, que con lentitud de virgen ascendiendo al cielo, suben de regreso a los
enormes nubarrones que las engendraron. A veces tales vapores adquieren formas
alucinantes que las gentes sencillas confunden con milagrosas apariciones de la
Virgen de la Paz, sobre todo en momentos de catástrofes sociales algo
prolongadas o cuando no sucede nada y religioso se instala el aburrimiento
social tan proclive a manifestarse con violencia.
Y las catástrofes
sociales se han dado, en el país(ito), con especial preferencia en enero que no
es caluroso. No obstante, enero, en el país(ito), ha sido único en abundancia
de bienes sutiles, casi inmateriales: luz cenital que en frenética reverberación,
se vuelve letárgica para invitar al recogimiento de los espíritus superiores y
a la ninguneada de los espíritus chocarreros o excesivamente bullangueros en el
hablar que paradójicamente para abreviar nomás se les dice chachalaqueros y no
hago alusión alguna a personas jurídicas y naturales... luz que en los
crepúsculos adquiere colores brillantes, esmeraldinos que empiezan con
prodigiosos matices amarillos de soles peculiares; entusiastas rojos en belicosos
jirones a veces diluidos con toques del magenta o profundos bermellones
acuosos; brochazos de amatistas en constante evolución; en definitiva un arco
iris de destellos sin fin... frescores atávicos en un trópico nacional
implacablemente caliente pero con ausencia total de huracanes extravagantes y
transformadores...
Pese a esa
tranquila característica de enero, este mes ha sido pródigo en disturbios
sociales, que los da a escoger, a la medida de cualquier caudillo. Pareciera
que entre más estable es el clima, más agitada es la convivencia social.
Tanta admiración y
profundos agradecimientos ha provocado el mes, que aún hoy, en los finales del
milenio, se observa casi en toda la reducida extensión del país(ito) un aumento
agradable de natalicios y esperanzas de un futuro mejor. País(ito) con dificultad
respirable, muy poco potable y por lo tanto ya casi invivible, habitáculo de
gente sólo muy de cuando en cuando efectivamente insurrecta. Ánimos insurreccionales,
que pocas veces han dejado el grado de siempre vaga tentativa o nebulosa intención,
como lo confirma la verdadera historia nacional, valga la aclaración.
Pero en todo caso,
no deja de ser una extravagancia cósmica que en el país(ito) nada más en enero
se dé tanto bienestar etéreo y espirituoso.
A saber por qué, en
febrero, a pesar de ser percibido con una imaginaria cortedad, a la gente se le
constipan el alma y los intestinos. Resulta tan natural que en marzo la calor
primaveral apriete y agobie los cuerpos humanos en detrimento de la lujuria tropical
y además consiga se-car pozos, charcos, quebradas y riachuelos. Con el inicio
de las lluvias en mayo, el aire se fermenta y llena de ozonos y nitrógenos casi
vegetales bastante irrespirables, razón por la que ha sido consagrado a la
Virgen María en misión de auxiliar a moros conversos y cristianos renegados en
el acto de respirar. En junio, como consecuencia de mayo, las aguas se pudren y
la disipación moral se entroniza. En julio los deseos concupiscentes se
alborotan tanto que en el abril siguiente, la población asciende en desenfrenado
y ostentoso desafuero sobre la curva de natalidad aceptada y permitida en los
presupuestos de la nación, otra razón para considerar a abril como el mes más
cruel. El resto del año, de agosto a noviembre, es de una cotidianidad tan gris
que hasta a las ostras de Los Cóbanos se las lleva la tristeza o el aburrimiento.
Para matar el aburrimiento, en agosto, se le hacen fiestas al divino salvador
del mundo que, por los díceres de la prensa oficial, a veces parece son en honor
al caudillo de turno. En setiembre, resultan y se ven los lodazales de aquellos
polvos apresurados y furtivos que las despedidas etílicas y las concupiscencias
burocráticas producen en el diciembre anterior; es pues el otro mes de aumento
desmesurado en los natalicios urbanos y además el aniversario del vil
nacimiento de esta patria ajena tan enajenada. Octubre pasa de largo empujado
por los violen-tos vientos del norte. Noviembre es de muerte y de fiestas
populares. En diciembre se destapan y se destacan las paradojas más crueles del
sistema; banquetes por allá y hambrunas más acá.
Con todo, pese a su
pálida benignidad, enero goza de un maleficio comprobado. Y lo confirman los
libros que registran los aconteceres provocados por las gentes, es decir los
libros de historia. Es el mes menos auspicioso, de todo el año, para continuar
el desarrollo de revueltas sociales, comenzar escaramuzas milicianas, irrumpir
con asonadas militares, dar cruentos o incruentos golpes de estado o pedir
aumentos de salarios.
Y es en mes tan
crítico, tierno y cruel que se dieron (décadas atrás) los crípticos acontecimiento
que vendrían a dirimir en 1996 el asunto de las privatizaciones de las más rentables
empresas gubernamentales.
Es un misterio tan
grande como operan los acontecimientos del pasado en los acontecimientos del
futuro. Pareciera que la privatización de los teléfonos y de la energía
eléctrica, en 1996; no tiene nada que ver con acontecimientos (domésticos,
políticos y sociales) que ocurrieron muchos años antes, en 1932 o en 1947.
No obstante, todo
acontecimiento, sea este doméstico, político o social, es continuación y
preludio. Es el perpetuo cambio en eterno altercado. Pareciera que entre 1932 y
1996, sólo hay el transcurrir llano del tiempo y de ciertos hechos, tangibles
por prosaicos, que registra la historia universal de la infamia. Y ese tiempo
llano resulta que es más que una porcioncita de la eternidad.
Valga, como
ejercicio para verificar la ligazón de los hechos, especular y suponer el
origen, causa o razón de la tan conocida borrachera antichechena del antipático
y dipsómano Yeltsin de hoy, allá en la Rusia de nuevo zarista y hasta hace poco
república de los sóviet, su actual presidente y que dios perdone a los rusos
por tal desacato. Hechos del pasado, hasta cierto punto humillantes, se tienen
a montón en la historia rusa, el de Yeltsin no es el primero. Por ejemplo;
relata la vieja crónica del piadoso monje cristiano Néstor que, de común
acuerdo, eslavos y fineses, a comienzos del siglo IX, más o menos el año 802,
invitaron con mucha atención y halago a los escandinavos, llamados también
variagos, varagos o varegos (de varingas, soldados) o sea la pura verga de
oriente en el occidente nórdico, a poner orden y reinar en el país al que los
fineses pusieron el nombre de Rus, quizás por rústico. Y así lo hicieron por
mucho tiempo. Años de paz y libertad hubo pocos para que siglos después, fuese
aceptado por los rusos; en el 1236, años más años menos; el vasallaje a los
tártaros, como eran llamados los mogoles, padeciendo la dominación, con
dependencia directa del Kanato de la Horda de Oro, durante 2 siglos de
intranquilidad. Por fin Rusia se desquita del vasallaje, oprimiendo a los pueblos
cercanos, entre ellos los cosacos, pero éstos; acaudillados por Stenka Razin
con un programa de reivindicaciones populares que equivalía a un comunismo
ele-mental un poquito más desarrollado que el comunismo primitivo, en los años
1670 y 1671; insumisos cosacos emprendieron el movimiento contra la ya
expansionista, pero todavía no imperial Rusia. Es decir Ru-sia humillada siglos
antes, por los varegos y los mogoles, se desquita, siglos después con los
cosacos. Hoy Rusia humillada con la desaparición de la URSS, se desquita con la
separatista Chechenia. Y ahí aparece el Yeltsin, sin duda reencarnación de un
ruso expansionista o del Kan de la Horda de Oro. ¡Puta, qué cosas tiene la vida
o la dialéctica de la naturaleza!
Pese a tal perenne
espacio para el aburrimiento, por la ancestral grisitud nacional, en el
país(ito) hay una tremenda excepción que se ubica entre coordenadas geográficas
que muy precisamente delimitan un mágico rincón. El único espacio terrenal
donde el mitote indígena de la tristeza, el folclor ladino de la derrota y las
anglosajonas costumbres mercantilistas del trinquete y la zancadilla, hasta
hace poco no habían prosperado mucho. Sideral rincón (de lunas y soles siempre
carnavale-ros) donde fue fundada, por moras y moros conversos, castellanos y
andaluzas, la ciudad de San Vicente. La ciudad resguardada por el único volcán
hembra, tanto que en la musical y casi extinta variante pipil de la lengua
náhuatl, fue llamado Chinchontepec que significa “volcán pechos turgentes de
mujer núbil y pura”. Volcán, metáfora completa de doncella ardiente, que por su
sedosa vulva orográfica deja escapar regularmente su oloroso calor genital.
Enclave cósmico con
una negritud venida directamente desde el África ardiente de paso por la
experiencia habanera insular, negritud inserta-da con los fluidos exudados por
mediación de los míticos genitales de hombres y mujeres comprados como mano de
obra esclava. Espacio cósmico de negritud única en el diminuto país.
De ahí la exultante
y caribeña musicalidad, de la villa fundada por moros castellanos y andaluces.
La mezcla étnica genésica dio paso a democracias sexuales, practicadas con dulces
denuedos y variadas mescolanzas, entre andaluzas, castellanas, cimarronas,
moras y negras; contra negros, moros, cimarrones, castellanos, andaluces y que
en 3 siglos de prácticas reproductivas, le han dado singularidades a la Ciudad
y sus alrededores.
Singularidades que
no han sido en otros lares, andurriales, aldeas, villas, pueblos y cantones del
país(ito). Singularidades que expresan las pasiones que hierven, entre muslos y
glúteos graníticos y ardientes. Ardor que se desparrama y penetra las costumbres
y las artes y se convierte en culto a la Tierra y a las rebeldías y a los
placeres carnales ayuntados con los del espíritu. Del sincretismo étnico-sexual
vicentino se pasó sin mayores trámites al sincretismo étnico-cultural
vicentino; tan sabroso, iconoclasta, irreverente y plural. Todos los ámbitos de
lo cultural son abarcados.
En lo culinario,
sabrosuras para la mesa que preparan el disfrute sobre la cama sin malestares
inoportunos. Nuégados en variadas presentaciones como testimonios criptográficos
a las alquimias sexuales de la región, delicadas y almibaradas hojaldras para
no olvidar las delicade-zas táctiles insustituibles en los preámbulos del
ayuntamiento amoroso, marialuisas ese pan dulce con capitas de leche poleada y
con el rostro no tan pintado como el de las peperechas pero que excitan tanto
la pasión, una melcocha que se crea batiendo con sensual energía la espuma hirviente
de la miel de caña de azúcar con los agregados de maní, ajonjolí y anís que al
llegar al punto se empieza a endurar y ya fría se llama batido, moreno pan de
maíz que nace de la penetración de moros y oscuros pedacitos de panela a punto
de derretirse sobre una masa indígena y sensual de elote, magros lomitos de
cerdo asados que para nada indisponen el cuerpo, arroz negro con salpicón,
tamales de sal y de azúcar, complejo y refinado gallo en chicha, tortitas de
camote afamadas dulzuras eróticas en forma de volcancitos coronados con polvo
de canela metáfora visual y gustativa de los pezones de la mujer criolla.
En el musical, la
cumbia sobaqueada estableció su imperio. Acá fue engendrada, acá nació y con ritmo
sostenido divulga apasionamientos cotidianos. Explayada con lujo de detalles
por saxos tenores, güiros, tambores de toda laya, requintos, guitarras y
contrabajos; se vuelve elocuente y rica para bailar y con su coreografía se
parodia el acto sexual. Pero si la cumbia sobaqueada no es suficiente, la
poesía revolucionaria local, reivindica, de boca en boca, épicas amorosas entre
óvulos ávidos de placeres y espermatozoides dispuestos a cualquier gozo, aun
entre aquellos con algunas prisas por algún tipo de clandestinaje subvertidor
del orden político y moral.
Con tal mal
ejemplo, sucintamente descrito; situado entre la geografía del cercano oriente
y el más cerquita centro del país(ito) salvador del mundo; cunde una conspicua
y poco aburrida rebelión indígena que terminó de aflorar con violencia inédita
e inesperada en enero de 1932. Un tenso y amorfo descontento, que anduvo culebreando
desde meses antes, precedió el gran estallido social. Descontento que en
principal se deslizó por los sotobosques de las fincas cafetaleras y con
timidez ron-daba pueblos, villas y ciudades en el también cercano occidente,
donde hubo surgido la entreguista y derechona oligarquía cafetalera nacional.
En verdad, en el país(ito), no hay puntos cardinales lejanos en donde ser o
estar. Es más, el país(ito) no tiene puntos cardinales. Es un punto sin
oriente, sin horizonte, sin más allá. Un paso en cualquier dirección y se pasa
a un vecino país o se cae al mar.
El descontento,
agitado por Farabundo Martí, Alfonso Luna y Mario Zapata, poco a poco se fue
mal o bien organizando. ¡Qué tremendo destino el de una rebelión indígena ser
liderada por 3 hombres mestizos con predominante apariencia de blancos, sabrosones
cumbiancheros sin saberlo y de alegre y melodiosa actitud ante las desgracias!
¿Para qué habrían querido más los indios, si con ellos como que se cumplían
alucinantes profecías y oscuros presagios?
De 3 hombres
solares hablaban los vaticinios, como guías de la rebelión indígena, que ha
pasado a la realidad de la historia como la insurrección campesina del ‘32.
Válido es averiguar de cómo llegaron a las oníricas profecías los 3 hombres con
apariencia de blancos. ¿Quién les adjudicó los nahuales protectores? Inmutables
3 hombres, con rasgos étnicos, que siglo y ½ antes, eran de vigente y peligrosa
cotidianeidad moruna. En el país(ito), la dogmática benevolencia y la
intolerable libe-ralidad del “Santo Oficio”, actuaron de oficio para no dejar
moro con cabeza, converso o no. Y en la villa de Sonsonate y en la de San Salvador,
que a capital del país(ito) llegó, se impuso la novedosa disposición de prender
las inquisitoriales hogueras con leña en raja de copinol (árbol de la familia
de las Papilionáceas, propio de América tropical, de unos 7 metros de altura,
con copa espesa, tronco rugoso, hojas divididas en hojuelas ovales, lisas y
coriáceas, flores en ramillete, de color amarillo claro, fruto en vaina pardusca
con varias semillas envueltas en una especie de harina muy dulce y aromática.
Su madera, dura y rojiza, se emplea en ebanistería) y vainas de vainilla
fragrans sometidas a un curado especial a fin de preservar el medio ambiente de
la contaminación por la carne asada de los moros y judíos infieles. Moros y judíos
que para preservar las buenas costumbres criollas y mantener a salvo, entre los
indios, las nuevas y católicas tradiciones; hubo pues que matar en las hogueras
perfumadas.
Y la cosa social se
puso color de hormiga. Del color de esas bravas y coloradas que llamamos
hormigas guerreadoras cuando, a iniciativa del Partido del Proletariado
Salvadoreño, en enero de 1931 se activó convertir en realidad lo de una estatua
en honor al Presidente de la República de entonces, el doctor Pío Romero Bosque,
un burgués algo liberal y que este propio develaría. El despipiole que la
escultórica iniciativa produjo fue de incontrolable iracundia cuando se supo
que la estatua burguesa se había levantado con puros donativos de los escasos
proletarios salvadoreños.
A un año de
distancia quedaba de los sucesos del ‘32, según los arcanos de las quiromancias
criollas, la poco feliz e imprudente iniciativa estatuaria.
Y los “sucesos” del
’32 no se han develado por completo en su verdad y se tienen versiones
interesadas como la de un derechista, embalsa-mador, periodista, escritor y alemán
(en ese orden ejercía los atributos enunciados) que ha cargado la historia
nacional hacia el lado extremo derecho.
A finales del año
‘32, un aproximado y conservador cálculo; compilado por el derechista en
mención enviado al país(ito) por un delirante alemán -entonces desconocido,
pero que llegó a ser el führer del tercer reich- da por cierto y publica que
32,000 indígenas (puros indios puros de Izalco, Nahuizalco, Tacuba, Juayúa y
Salcoatitán) masacrados, fueron el grueso de la insurrección, etiquetada de
comunista por el derechón alemán y su patrocinador, que hasta la fecha la
mayoría del mundo se ha aceptado como verdad. Cifra curiosa por cierto, 32,000
indios insurrectos, masacrados en el año ‘32, a inicios del fin del milenio 2
según la cuenta de los seguidores de un dios que es el número 2 de una trinidad
imposible de ser. Contabilidad, por lo demás, no muy exacta por los peros y pesares
con los que se contó para contar los muertos.
Es de comprender el
nervioso momento en que eran dejados los cuerpos indígenas, a veces a medio
morir, casi siempre a medio enterrar; pues la masacre se ejecutó en una carrera
genocida para salir del mandato ordenado por el General. Fueron así sembrados, los
campos de las tierras del común con miles de cuerpos que aún hoy se mantienen
como claveles-mandrágoras, tintos de un profundo carmesí terroso, que
permanecen con los pétalos abiertos, de par en par, como gritando el más
silencioso grito por un pronto y justo ajuste de cuentas. A la intemperie del
aire libre se fusilaba por orden del General ladino Presidente. Con la prisa de
continuar, a la velocidad de las “punto 30”, pa-ra terminar cuanto antes con el
mandado. ¡Y todo fue en nombre de ese dios extranjero y de esa patria putativa!
Y para que la otra Patria no lo olvidara, obligada fue la tarea de anotar, con
una exactitud imprecisa, el número de los fusilados, aunque 32,000, incluso
hoy, sí impresionan. Pero fueron muchos más los sin nombres que no fueron
contados para que deudos y la historia verdadera no pudiesen reivindicar. Y las
notas del periodista derechón y sus apuntes para el mitote se redujeron a un
transcribir los partes de guerra del General ladino.
¡Según esas cuentas
fueron puros indios puros los masacrados en res-puesta a un oscuro incidente en
Salcoatitán donde perdiera la vida -por la borrachera agarrada en unas nupcias
de burgueses en el sueño de una noche de verano tropical- un terrateniente
cafetalero de origen anglosajón! Usurpador, como todos los de su especie, de
las tierras del común. Mas fue el pretexto más oportuno del mundo para iniciar
una represión que abortaría un intento legítimamente insurreccional.
Los 3 dirigentes
-con apariencia de hombres blancos- de la rebelión indígena del ‘32 poseedores
del don de la palabra embriagadora (que endulza oídos y enciende conciencias) y
de la más grande inexperiencia militar, empezando con los temas de estrategia
sobre guerras irregulares hasta llegar más perdidos a los de tácticas insurreccionales.
Extraviados en un desasosiego como de cante jondo de verde luna y olivares se
hundieron en la soledad de la derrota. Poco sirvió la solemnidad desconcertante
del Socorro Rojo Internacional.
Tácticas y
estrategias acordes al clima, a la topografía y a los usos y costumbres del
país(ito) no hubo jamás y que los historiadores rojos me perdonen.
El “rojo amanecer”
del primer sóviet de las Américas desde entonces se prorrogó automáticamente
para más tarde. El aire como de raza calé, del máximo dirigente de los 3, quedó
como flotando o más bien vagabundeando nómada en la eternidad de una guinda que
no termina hasta hoy. Los 3 días de insurrección devinieron en 3 días de
inestable sóviet tropical entre bosquecitos cafetaleros, sombreados por árboles
como los madrecacaos, nacaspilos, paternos y pepetos, que le añaden los
singulares y exquisitos toque al café de acá, gran idea aportada por los
indígenas pipiles sacrificados en aras de la efímera gloria del que fue primer
y hasta ahora único sóviet en la América continental.
Fusilados los 3
blancos móviles, tercos en sus obcecaciones, de labia fácil y pegajosa para el
proselitismo de “adiptos”; llegaron días, horas y segundos de exabruptas
arritmias y taquicardias delirantes para todos los del país(ito). Ahogados en
sobresaltos de pánicos. Fueron pastosas madrugadas de miedos, para todos los
que iban sobreviviendo como podían. Con un silencio cómplice a las espaldas
como único auxilio de la providencia. Un ruidito quedo durante las terribles
noches, en otros tiempos no tan lejanos como un par de semanas atrás, carente
de significación, era casi un infalible vaticinio de un supremo momento de
indefensión ante el zarpazo artero de la “autoridá” ensortijada de poderes.
En 3 meses, el
destino funesto de la extirpe del maguey, asentada siglos atrás en el que se
cree “Señorío de Cuscatlán” que no pasó de rancherío, continuó en el camino de
su cumplimiento total. Las “punto 30” enronquecieron tartamudeando los presagios
fúnebres. El conteo inicial de muertos se multiplicó por 3, por 4, por la
eternidad.
Para mantener la
incertidumbre del miedo, nunca se llegará a saber cuantos fueron los que puso la
raza de cobre y maíz que reducida fue a su mínima expresión. La absolutamente
necesaria para contar, llegado el caso, con el ingrediente folclórico para
escribir guías turísticas y coreografiar ferias artesanales, diz que para
promover la grandeza indígena como profunda raíz de la civilidad actual.
Grandeza que como autopsia mentirosa, exalta y promueve el Consejo Nacional para
la Cultura y el Arte, alias CONCULTURA.
De un solo
exterminada fue, en el ‘32, la descendencia directa de la sangre de Topiltzin Ahzit,
tlatoani es decir supremo gobernante bastar-do de los toltecas, pero tlatoani
al fin, que nació de los amores insondables entre Tecpancáltzin y Xochitl, la
dadora de la miel prieta del maguey. El fruto de ese amor; según el augurio
funesto en boca de Hueman; sería Topiltzin Ahzit, el del pelo murucho,
ensortijado en forma de tiara, que nunca se coronaría con tiara de plumas de
guacamaya, torogoz y quetzal. Con Topiltzin Ahzit termina la grandeza de Tula o
Tollán, que cerca de 2 siglos duró en su gloria y esplendor, abandona-da a
mitad del siglo oscuro, el siglo XIII según la cuenta de la cristian-dad y
luego borrada con la destrucción total, tal nunca ha ocurrido. En el ‘32,
exterminadas fueron también las estirpes descendientes de toda la corte de servidores
fieles de Topiltzin Ahzit. Todos sus impotentes sacerdotes y todos sus
guerreros derrotados. Todos los que lo acompañaron en la larga marcha hacia
Cuscatlán fueron exterminados en el ‘32. Cientos de leguas al sur de la grande
Tula o Tollán, Topiltzin Ahzit, muy cansado del derrotero de rodar, una tarde
de enero, no le queda más que fundar el mítico “Señorío de Cuscatlán”, del que
nadie se enteró. Cábala de benignidad marginal para el destronado y expulsado
tlatoani tolteca que tlatoani no pudo ser. Aquí murió añorando sus pirámides de
piedras eternas que como brazos hacia el cielo se alzaron en la Grande Tula o
Tollán.
En la resignación
de la derrota y en el descanso obligado lejos de la perdida grandeza y en la
marginalidad del que fue el primer imperio del Norte, se gestó el nacimiento de
un “Señorío” que sólo ha existido en calenturientos patriotismos, llevados a
chovinismos extremos hasta no poder más como los de la Alianza nacionalista,
mal nacida en 1981. Un superficial barniz de muñeca es el sentido de nación en
esta (en)ajena(da) nación. Y en el ‘32 ni eso.
Tan alienante de
tan interesada es la versión oficial de los hechos de la rebelión indígena del
‘32, que nunca debió ser aceptada. Como un lixiviado del basurero de la
historia nos llega a la modernidad de la posguerra civil. Embotellado por los
acuerdos. Trauma ancestral del país(ito) enano y según el mitote profano con un
pueblo trabajador y que en la realidad es nada más que el vergo de maras
delirantes de grandeza y de notoriedad. Así, el surtido de desmanes, se
mantiene en la vitrina histriónica de la democracia salvadoreña. Y así, como
arrastrada por las iniquidades seculares, llega a la falacia mercantilista de
los ‘90s, con aires de renovada democracia. Democracia que Justo Joseph; el
“famoso” J. J. Domeque Sasso dueño por fin del Banco Salvadoreño, 111 años después
del crimen de su fundación; define con lírica demagogia así: “somos todos los
que formamos esta gran nación y en especial nuestra gente emprendedora,
reconocida en todo el mundo por su espíritu de trabajo y su tenacidad para
superar los retos que vengan con el nuevo milenio”. ¡Qué capacidad instalada
para hacer el ridículo en el país(ito) de mmm...entiras abrumadoras, pocas de
ellas piadosas, muchas infames!
País(ito) circo paupérrimo,
de harapienta carpa. País(ito) baldío de tártagos y casitas enanas y champas de
cartón en las que viven mercaderes mecanicistas y endémicos. País(ito) inventado
por un dios intolerante y minusválido, con ganas de vengarse de los hombres
felices y que buscan la felicidad para los demás. Y el dichoso circo de errores
nacionales es promovido por los clanes oligárquicos-bisneros y sus diputados que
los representan dentro de las reducidas paredes de un congreso oneroso y
corrompido. Y los clanes oligárquicos-bisneros, sin mosquearse en lo más
mínimo, obligan en las escuelas públicas, en las iglesias conservadoras, en las
oficinas y bufetes gansteriles, en las fábricas maquiladoras de pesadillas, en
los baldíos donde se refugia el inmenso desempleo nacional; a saludar al
país(ito) en nombre de una patria y de una justicia inexistentes, de ajuste
jurando animosos la vida y obligando sin descanso consagrarse a su bien.
El exterminio
genocida del ‘32, dejó abolido por siempre el incómodo reclamo indígena de las
ancestrales tierras del común. Desde entonces, los mestizos y arrogantes barones
criollos durmieron seguros y en apa-rente estado de tranquilidad para acumular
más riquezas. Así; con la riqueza del café cultivado en las tierras que fueron
del común indígena; se dieron a la compra o al alquiler de alcurnias
extranjeras, para blanquear la raza, para chelear la piel. Fueron unas 14,654
noches sin ma-yores sobresaltos locales, las se tomaron en ese afán imposible
de purificación étnica, pero que les diera por los menos la apariencia de
blancos, condición indispensable para presumir de la pertenencia a la
oligarquía criolla cafetalera-agroexportadora-financiera-industrial.
Las extirpes de
Topiltzin Ahzit “El Murucho” y su corte, que sobrevivieron a la gripe, al
sarampión, a la viruela, a las tantas iglesias de Cristo, a los arcabuces hispanos,
a los caballos manchegos, a la ambición traída de la Hispania fecunda primero y
luego del Imperio Oscuro del Norte continental; no pudieron con el enfado, la
sevicia, la ambición y la vesania del ladino presidente y los ricos criollos mestizos;
ocultando sus miedos a la verdad con la soberbia, la arrogancia, la mezquindad
y la intolerancia.
El ladino, hijo de
la gran puta... guayaba, durante 13 largos años sentado en la guayaba
presidencial, ejerció el poder con el despecho de no haber nacido ni criollo
castellano con la hermosura benevolente del conquistador asentado en la
seguridad de su poder conseguido en buena lid; ni indio, a pesar de sus fuertes
rasgos indianos, con el orgullo que da aceptar la fatalidad del destino. Le
debió haber sido terrible el sentimiento de no ser ni chicha ni limonada.
Sentimiento que marcó el terrible afán del año ‘32 en que todos los hijos del
país(ito) nacimos muertos.
En tanto, las almas
de los exterminados (blancos, indios y mestizos, porque hubo blancos y mestizos
exterminados en la rebelión indígena del ‘32) descansan en la región de las
calmas eternas. Esperan y aguardan quietas y en silencio el inevitable momento
de regresar.
En los inicios del
3er milenio de la cristiandad, según profetiza el Tonalámatl, vendrán como
maestros de todas las artes con el ánimo de fuego; luz y calor para destruir y
recrear. Juiciosos, de palabra santa y objetiva. Dadivosos, sus haciendas y
riquezas serán de la comunidad. Guerreros implacables, para reinstaurar por
siempre el estadio sin clases que ya fue el primitivo paraíso terrenal, ese
descrito en los textos genésicos de todas las religiones. De entre el polvo y
el humo de las batallas en las calles, antes de la toma de las ciudades, irá
surgiendo una sola e igualitaria condición para todos los seres humanos. Serán
los rasgos de la Era de Acuario. Sin dignatarios se ordenará la vida de todos.
A juzgar por los acentos de la profecía del Tonalámatl nadie correrá en busca
del maíz. A juzgar por los énfasis de la profecía nadie pasará hambre, ni frío,
ni calor. Atendiendo el texto de la profecía nadie matará para vivir.
Tomado de:
La propedéutica de
la didáctica
26 junio 1996 – 31 agosto 1997.
ASIN: B07FX64BKG
Publicado en Amazon: 25 julio 2018.
Luisfelipe Minhero.
Autor Independiente
Salvadoreño.
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